*Por Paola Kolher
Siempre pensé que nos faltó un calendario con fechas en círculos,
marcadas en la pared de un espacio cualquiera,
sin más lujos ni pretensiones.
Siempre creí que nos faltó tiempo para no apurarnos esa vez,
para poner varias veces play,
y poder al fin bailar ese slowly.
¿Y si no nos hizo falta nada?
¿Y si fuimos ese instante capturado por alguien en el city tour de ayer a la tarde,
a las apuradas, a las escondidas?
Tal vez sería menos la culpa de extrañar algo que creí que nos faltó,
haciendo las paces con el tiempo guardado en la guantera del auto,
ahí, justo al costado del documento que me recuerda de sopetón
quien soy y de qué lado del charco construí mi casa,
donde no queda ni el vidrio del portarretrato que albergó tu foto,
alguna que otra tarde en décadas pasadas.
Sin código postal, ni correo electrónico,
envío esta carta al viento, para que éste lo lea en alguna tormenta
y lo grité en sus cuatro puestos,
tal vez, para cuando eso ocurra,
deje de hacerse notar la ingrata sensación de falta, de tiempo y de sobras.