«Las mujeres indígenas somos trabajadoras»

*Por Fátima E. Rodríguez 

 

El 8 de marzo también es de las mujeres indígenas. «Suelen decir que las personas indígenas no trabajamos y ese peso del prejuicio es mayor cuando se trata de las mujeres», dice en guaraní Antonia Parada. Ella es del Pueblo Guaraní Occidental. Tiene 71 años  y crió 15 hijos, 5 varones y 10 mujeres. Hasta ahora es una mujer fuerte que trabaja la tierra y cría animales en una zona difícil: el Chaco de Paraguay. 

 

«Estos son nuestros seguros. Si tenemos urgencias de salud, las vacas nos salvan», dice Antonia e interrumpe para señalar a uno de sus nietos que esa vaca a la que se está acercando no es mansa. Tiene algunas vacas de Brangus, Nelore y otras vacas más comunes. Desde el patio de su casa puede ver el piquete. Su marido, Pablo Barriento le apoya en todo.  

Ña Antonia en su plantación de kumandá (poroto).

«Existe una idea equivocada y no se ve el trabajo de las mujeres indígenas, pero quienes visitan nuestras comunidades pueden ver», dice. Antonia produce leche y queso. Tiene su kokué y cada nubecita es una esperanza de lluvia, una esperanza para las plantaciones.  «En el Chaco es difícil la agricultura, pero se trata de insistir y de mantener las semillas. Aquí plantamos algunas hortalizas y verduras en baldes y durante el verano las ponemos bajo la sombra de un árbol, cerca del agua para riego para que no se nos acabe. Después, cuando llueve volvemos a reproducir: perejil, cebollas, locotes y otras plantas forman parte de su pequeño semillar. También tenemos cerca de la chacra una parte de plantas medicinales: salvia, ka´arê, burrito, porque estos remedios los usamos todavía y no queremos perder», cuenta y explica que están preparando la tierra para la huerta comunitaria. 

 

Ña Antonia muestra su plantación.

«Ña Antonia» como la conocen, fue lideresa electa por su comunidad Macharety durante varios periodos. Macharety fue fundada el 24 de octubre de 1983 y está ubicada en el distrito de Mariscal Estigarribia, en el Chaco de Paraguay, cerca de la frontera con Bolivia.  De acuerdo a la Ley, en esta comunidad se les dio 100 hectáreas a cada familia y llegaron en medio de la nada. Cuando no hay sequía los conejos de monte «tapiti ka ́aguy», saltan y corren en las laderas del camino para llegar a la comunidad. «Hace 40 años, vivíamos mal y sólo vivíamos de los animales del bosque. Ahora, valoramos y está prohibido cazar a menos que sea una situación extrema de necesidad. Es un acuerdo que tenemos en la comunidad», cuenta.

 

«Todavía mantenemos nuestros bosques, pero también aprendimos a producir alimentos. Todo lo que conseguimos, desde nuestra tierra, nuestros bosques, la posibilidad de almacenar agua en la comunidad, todo es gracias a que nos organizamos las mujeres», dice. Antonia fue una de las primeras mujeres en ser lideresa de su comunidad en el Chaco.

 

«Ryguasu, vaca, ovecha. Ore Komunidadpe rejuhuta/ gallinas, vacas, ovejas. Todo esto vas a encontrar en nuestra comunidad», dice para insistir en el trabajo de las mujeres. «A veces, no hay mercado para lo que producimos, pero nos organizamos cuando las cosas no están bien, para tocar las puertas afuera de la comunidad. A pesar de que a veces, la sequía golpea mucho y en los últimos años,  hubo cambios extremos que mataron a nuestros animales y secaron nuestras plantaciones, nosotras no nos vamos a Asunción, no nos vamos a las ciudades, tratamos de organizarnos y quedarnos todavía. Ahora insistimos en tener abejas para producir miel pero también para que haya más plantas, porque las abejas ayudan a la polinización para que siga habiendo variedad en el bosque», dice.

 

Ña Antonia acababa de venir de capturar abejas reinas  junto a los técnicos de apicultura que asisten al proyecto que ahora beneficia a 25 familias en Macharety. 

 

ARETE GUASU: MANTENER LA CULTURA VIVA Y LA PAZ

 

Cuando les dieron 100 hectáreas para cada familia, fue una alegría. Pero vivir en el medio de la nada, no fue fácil. «Ahora ya tenemos electricidad y algunas familias ya tienen heladeras», cuenta orgullosa Antonia. 

 

Antonia es hija de Toribia Parada. Toribia y sus abuelos vivieron siempre en el Chaco y para ellos no existían las fronteras, pero la Guerra del Chaco (1932-1935) fue separando a la familia grande. «Todavía tengo parientes en Bolivia», cuenta.  Un grupo se quedó en Puerto Casado, otro en Pedro P. Peña. La niña Antonia ya creció en la ciudad de Filadelfia, cuyo territorio tampoco pertenecía a los indígenas, porque el Estado Paraguayo había dado a los menonitas.  Macharety,  se refiere a una planta medicinal «machare» que servía para curar dolencias. A pesar de deambular por varios lugares, Toribia siempre enseñó a Antonia la danza y la chicha de los guaraníes para celebrar la alegría de la cosecha y agradecer por los alimentos a la naturaleza. 

 

Cada inicio de año, las mujeres se reúnen en la casa de Antonia para preparar los vestuarios y la danza para el «Kandavare», la danza del Areté Guasú, que son tres días de celebraciones en todas las comunidades indígenas guaraníes para celebrar la cosecha.. Para esos días, también la receta más rica del  «Kaguĩ», la chicha que se hace del «avati» es la de Antonia. Ella cuenta que se debe hervir el maíz durante 3 días para lograr una buena fermentación.  

 

Seguimos plantando porque queremos conservar nuestras charatas, nuestros conejos, nuestros venados. Seguimos plantando porque así también además de comer maíz, zapallo, andai, podemos criar gallinas, ovejas y otros animales, porque tener animales no es nada fácil en el Chaco”, cuenta.

 

ÑA ANTONIA MEMBY

 

Angelina recorriendo comunidades con un grupo de cineastas.

De los 15 hijos que tuvo Antonia,  11 estudiaron y fueron a la universidad. Antonia no sabe leer y escribir pero se ocupó de que sus hijos no repitan su historia. Angelina es una de sus hijas. Ella estudió una tecnicatura en salud ambiental en Bolivia y ahora está a punto de terminar la carrera de Relaciones Internacionales. Actualmente desde la  “Organización de Mujeres Indígenas Guaraníes (OMIG)” es coordinadora de un proyecto binacional  “Sumando fuerzas, mujeres indígenas de Paraguay y de Bolivia”,  apoyado por el Foro Internacional de Mujeres Indígenas. Angelina logró formar un equipo completo de profesionales indígenas que llevan adelante el proyecto. 

 

***

Fátima Rodríguez.

Periodista y comunicadora independiente. Es egresada de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Colaboradora de varias organizaciones indígenas y campesinas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Últimas noticias