La regla general que todxs hemos escuchado alguna vez es que “las mujeres somos pésimas al volante” o hemos escuchado “mujer al volante, peligro constante”. Socialmente se ha establecido que no sabemos manejar, que somos torpes y que hacemos desastres, sobre todo cuando ellos “los expertos” van apurados porque salieron tarde hacia el lugar donde se dirigen.
Nuestro devenir en el espacio público tiene muchas barreras y nos han enseñado desde pequeñas a que nos cuidemos y a que no provoquemos. Entonces, todo el tiempo debemos preocuparnos por donde caminamos, como nos vestimos o como nos maquillamos porque siempre se evalúa eso cuando denunciamos alguna agresión o cuando hablamos sobre alguna situación de acoso. Las mujeres siempre estamos bajo sospecha y por lo tanto debemos probar que nos somos responsable de las agresiones que recibimos.
Ahora, si estamos manejando un automotor todos los controles del patriarcado se activan. No importa si manejamos mal o bien, lo que importa es que manejar es una actividad de la esfera pública que ha sido asignada a los hombres.
Hace poco más de 7 meses que saque mi registro de conducir. He tenido múltiples experiencias y he observado cómo se nos disciplina en todo momento. Lo primero que me sorprendió es el comportamiento de ellos. Todo el tiempo disputándose el espacio público para demostrar quién es el más macho, cuestión que se mide, por ejemplo, en quien hace la maniobra más osada para adelantar, o pasar primero al doblar en una esquina, o en acelerar para que el que te va adelantar no lo logre. Creo que observando esto entendí como nunca el dicho “quien la tiene más grande” y no puedo llegar ni a imaginar el estrés que les provoca todo el tiempo tener que comprobar que la de ellos es la pija más grande.
Pero si el auto que ellos quieren adelantar es conducido por una mujer y ella no se comporta como ellos quieren, lo mínimo que te pueden hacer es tocar la bocina para hacerte ver que les molestas. Otras veces se dan el trabajo de bajar la ventana y te mandan a cocinar, o a lavar los platos, porque ese es el lugar de las mujeres. Pero cuando se vuelve más agresivo el comentario disciplinador lo que escuchamos tiene una profunda connotación sexual.
Socialmente está establecido que los fierros son de hombres y la cocina es de mujeres y así nos enseñan desde pequeñxs, cosa que comprobamos si nos damos una vuelta por las jugueterías. Conducir es escapar del rol y lo es mucho más si una mujer maneja un camión o una micro, ya que aquello es algo muy osado, poco aceptado. Ser una conductora me produjo mucha curiosidad y un día googleando descubrí que es mucho menor el porcentaje de mujeres que saca el registro, que las mujeres usamos más el transporte público y que si hay sólo un auto en una familia hetero generalmente lo usa el hombre, a pesar de que quienes tienen que realizar más trayectos en el día en el espacio público son las mujeres debido a las tareas de cuidado y trabajo reproductivo.
Dentro del imaginario colectivo las mujeres al volante somos torpes o tontas, porque carecemos de las habilidades que poseen los hombres, sin embargo, esas habilidades no tienen nada que ver el género. Ahora, si eres mujer al volante y decides ir en auto a tus vacaciones debes soportar otro tipo de prejuicios como; debe ser una amargada, complicada, nadie la debe soportar o simplemente está loca. Una mujer manejando en la ruta, un lugar sumamente masculino y sin compañía, es soportar otro nivel de disciplinamiento que es mucho más agresivo y hasta peligroso.
Muchas veces esta construcción social provoca que haya mujeres que no se atrevan a manejar o que una vez que obtuvieron el registro, producto de alguna situación violenta, no vuelvan a subirse como conductoras al auto, en estos casos el control patriarcal tiene el efecto que esperaba. Otras veces sucede que los padres le enseñan a manejar al hijo varón y no a hija mujer o que los maridos, parejas, novios, etc, se nieguen a enseñarle a la mujer con quien comparten una relación, en estos casos el patriarcado se reproduce tal y como lo pensó.
Yo creo que las mujeres tenemos un doble aprendizaje cuando manejamos, el primero es el de manejar la máquina y el segundo, y este si tiene que ver con el género, es a hacer oídos sordos al sin fin de ofensas y a la violencia que se ejerce sobre nosotras porque nos atrevemos a romper los esquemas patriarcales, porque aunque hoy este mas aceptado que las mujeres conduzcan sigue siendo un reto de la sociedad acabar con los roles estereotipados de género y construirse en base a la igualdad y a la equidad.
El estereotipo patriarcal de la mujer al volante es también violencia de género, simbólica y psicológica, denunciarla, hablar de ello pero principalmente empoderarse es un paso más para erradicarla.
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Este artículo es parte de nuestro Dossier Febrero 2018 “Verano sin estereotipos”. Lee más aquí 👇
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