*Por: Catalina Ruiz-Navarro

Los estereotipos e imágenes que transmiten los medios de comunicación se arraigan profundamente en nuestras formas de entender el mundo. Una vez naturalizados, estos estereotipos tienen la característica de pasar inadvertidos, y por ello resultan potentes y eficaces. La participación de las mujeres, y los y las feministas en los medios es crucial para hacer un periodismo con perspectiva de género, que realmente cuente las historias completas, y no solo noticias sesgadas por los intereses y las miradas de los hombres. Siempre se ha dicho, que el periodismo que está al servicio del poder no es periodismo, de la misma manera, el periodismo que está al servicio del poder del patriarcado no es equilibrado ni justo ni da cuenta, de manera responsable, de la realidad. Hacer periodismo con perspectiva de género es hacer periodismo que desafía al poder. Y cualquier periodista que intente hacerlo sabe lo difícil que es. Las mujeres periodistas y los y las feministas, le debemos mucho, directa o indirectamente al arduo y constante trabajo de Cimac Noticias. Que su rediseño sea una ocasión para celebrarlas, y para que sigamos trabajando juntas, desde todas las fuentes de información y los medios de comunicación, para avanzar los derechos de las mujeres y acabar, de manera simbólica y manifiesta, con la violencia de género, uno de los mayores obstáculos para que esta sea una sociedad justa.

Sin embargo, es insostenible creer que se está contando “de manera objetiva la verdad” cuando se excluye a la mitad de la población en el objeto, la creación y la audiencia de la noticia. No debemos olvidar que hace apenas unas décadas ni las mujeres, ni los negros, ni ningún cuerpo periférico al de ese Hombre blanco o mestizo, éramos consideradas ciudadanas. Y el periodismo se hace para la ciudadanía. Nuestros prejuicios, que conservan esa idea abstracta de ciudadano, nos traicionan, y nos hacen pensar que hombre y ciudadano son lo mismo. Pero esos mismos prejuicios traicionan los avances en derechos humanos que se han logrado, los mismos que permiten que “los cuerpos de la periferia” hagan parte de la ciudadanía. Y cuando la definición de ciudadanía cambia, debe cambiar el periodismo.

Quizás la forma más evidente de mostrar la violencia machista simbólica en los medios de comunicación es la forma en que se cubren los casos de feminicidio. Con frecuencia, cuando los medios de comunicación se ocupan del problema de la violencia de género, es cuando ha ocurrido un feminicidio (que muchas veces se mal-reporta como un “crimen pasional”). Los feminicidios suelen ser bastante escandalosos, pero son apenas la punta del iceberg de lo que vivimos las mujeres en cuanto a discriminación. Muchas veces estas noticias son taquilleras, por escandalosas, y por eso los y las periodistas se enfocan en los casos como si fueran hechos aislados, buscando la mayor cantidad de detalles pues esto ayuda a vender periódicos. Es la verdad, y hay razones para que esto sea así: por ejemplo, antes de que hubiesen periódicos, en Londres había gacetas muy amarillistas y con poco rigor, que contaban historias escabrosas de asesinatos en la ciudad. Este género que rondaba entre la realidad y la ficción, es tanto predecesor de las novelas de detectives como del periodismo que conocemos hoy en día.

Sin duda, cubrir casos de feminicidio es importante, en especial porque nuestra sociedad invisibiliza la violencia contra las mujeres al punto de llegar a creer que no existe o que no es un problema social real que nos afecta a todos y todas. Pero siempre es importante que estos casos no se queden en lo particular, la violencia contra las mujeres se sostiene en muchas formas de machismo que la preceden. Hay todo un aparato machista del que hacen parte los agresores, las instituciones, la fuerza pública y la rama judicial, y que casi que garantiza un 98% de impunidad la violencia de género.

Cuando, por ejemplo, se cubre un feminicidio como si fuera un “crimen pasional” lo que estamos diciendo es que la fijación particular de un individuo en una mujer es la razón de la violencia. Sin embargo, la idea de que las mujeres somos cuerpos que les pertenecen a los hombres, quienes pueden disponer de nosotras, es lo que está en la base de crímenes como el feminicidio. Estos crímenes son posibles porque nuestra sociedad celebra y glorifica (o cuando menos tolera) la violencia masculina, y le repite a las mujeres que deben ser tolerantes con sus parejas. También, detrás de la violencia doméstica, está la falta de independencia económica que muchas veces deja atrapadas a las mujeres en relaciones violentas. No se puede entender la violencia de género sin entender la violencia psicológica y la violencia económica y la falta de oportunidades de las mujeres en el mercado laboral. También es importante tener un contexto sobre las políticas públicas y si es el caso denunciar su inoperatividad.

El trabajo del periodismo es poner estos crímenes en el contexto adecuado, no son ocurrencias individuales de desquiciados mentales, de hecho, casi todos los feminicidios siguen patrones que están estudiados extensamente por la teoría feminista. La única forma de prevenirlos es precisamente divulgar socialmente estos patrones. Un feminicidio bien reporteado puede luego salvar vidas.

Pero ojalá se tratara solo de violencia machista simbólica, es imposible hablar de violencia en los medios sin llamar la atención a todas las violencias y formas de discriminación que vivimos las mujeres en la práctica del oficio periodístico. Existe la creencia de que en el periodismo hay temas “duros” y “blandos”. Se supone que los temas “duros” tienen que ver con política y judicial y los temas “blandos” con estilo de vida y cultura. De entrada es importante señalar que esta jerarquía no oficial es nociva para el periodismo, las noticias de cultura o de estilo de vida son también manifestaciones políticas, y no son menores o menos importantes que las notas de política y judicial.

Sin embargo, nuestro sistema conceptual binario subestima temas como la cultura o las páginas sociales, de la misma manera que subestima a las mujeres. Por eso no es raro que las periodistas terminen trabajando en estas secciones también, en parte, porque se asume que el periodismo sobre estilo de vida, salud y cultura es un oficio de poco riesgo. Si bien esto último puede llegar a ser cierto, no hay ninguna razón para asumir que las mujeres periodistas no están capacitadas para asumir el riesgo de cubrir noticias sobre política y judiciales.

Es falso que las mujeres no puedan tomar riesgos en sus coberturas periodísticas, lastimosamente ante las amenazas que puede enfrentar el periodismo de denuncia (el desgaste emocional que producen las amenazas o los ataques físicos que pueden llevar a la muerte) ningún cuerpo está mejor equipado que otro. Por ejemplo, digamos que hay un o una periodista cubriendo una marcha de protesta que de repente se vuelve violenta. Los cuerpos de los hombres no son inmunes ni a las balas, ni al gas lacrimógeno, ni a los golpes, ni son más ágiles que los de las mujeres. En un caso como ese quien mejor logrará cubrir la noticia será quien mejor use los protocolos de seguridad que existen para este tipo de coberturas. Por otro lado, muchas veces son las periodistas mujeres quienes tienen acceso privilegiado para cubrir temas sobre movimientos feministas y de violencia de género (ya que su cuerpo no le recuerda a la fuente y víctima el cuerpo de su agresor).

Algunos dirán que si hay más mujeres en estos campos del periodismo es por elección personal, y a veces esto es cierto. Pero también es cierto que a la mujeres periodistas les dicen de manera reiterada que no deben abordar ciertos temas por su seguridad, y muchas no reciben el apoyo necesario para estar en estos campos. Por esto es importante que las mujeres periodistas que hayan logrado entrar a estos espacios temáticos tradicionalmente masculinos ayuden a otras mujeres periodistas a abrirse camino en su campo. No son competencia, que otras mujeres tengan espacios en todos los campos del periodismo esto generó un cambio que nos conviene a todas.

Otros dos campos periodísticos que suelen excluir a las mujeres son los deportes y la opinión. En el caso de los deportes se asume que tanto los periodistas como los jugadores, como la audiencia son hombres, y es muy raro que una mujer logre ser comentarista deportiva. Como ha dicho Marion Reimers, una de las mejores periodistas latinoamericanas en deportes, de la cadena Fox Sports, se cree que las mujeres “hacen ejercicio” (para moldear su cuerpo) y los hombres “hacen deporte”. Como resultado de la falta de mujeres en el campo de periodismo deportivo las mujeres deportistas casi nunca aparecen en las páginas deportivas o reciben atención a sus disciplinas. Esta invisibilización tienen consecuencias económicas para las deportistas, y hace que su trabajo se considere como una suerte de deporte menor, aunque se caracterice por una gran disciplina y una gran perseverancia contra los obstáculos de su campo.

Otro espacio con poca representación de mujeres periodistas son las páginas de opinión. Por ejemplo, en el periódico El Espectador, de Colombia, las columistas mujeres no alcanzan a ser un 20% del total de columnistas del periódico. Es mucho más frecuente que los hombres periodistas firman sus notas con su nombre a que lo hagan las mujeres. Esto es especialmente notable en las páginas de opinión, en donde las voces autorizadas suelen ser voces de hombres. La función del periodismo de opinión tiene que ver con mostrar puntos de interpretación de los hechos, para tener una discusión con la opinión pública sobre cómo nos pensamos y qué queremos. La falta de periodistas de opinión mujeres nos excluye de la participación en la discusión de la opinión pública.

Otra desigualdad notoria en las redacciones alrededor del mundo es la falta de mujeres en cargos de toma de decisiones como los de editora. Los y las editoras tienen el poder para impulsar un tema de investigación o una línea editorial, y la participación de la mujeres en estos cargos, o cargos de dirección sigue siendo minoritaria. A esto se suma que el cargo de editor es un cargo de prestigio en el gremio y usualmente mejor pagado, es decir, es un cargo con poder,

Hay otros dos obstáculos importantes que enfrentan las mujeres periodistas. El primero es que las condiciones de trabajo del campo no están pensadas para personas que tienen obligaciones de trabajo de cuidado, personas que suelen ser mujeres. Los horarios erráticos de las redacciones, la idea de qué se debe poner el trabajo o la noticia por encima del bienestar del periodista son ideas patriarcales que se han filtrado en el oficio. Si un o una periodista tiene que cuidar de un hijo o hija o familiar enfermo, no podrá estar a cualquier hora en la redacción, y esto muchas veces significará una exclusión por parte de sus colegas. Esta es una de las razones por las que muchas mujeres periodistas eligen trabajar en campos en donde las noticias son “frías”, es decir, que no es necesario  publicar al ritmo de la coyuntura y por lo tanto permiten manejar el tiempo de manera más justa. Cuando las mujeres periodistas tienen hijos suelen tener que lidiar con una doble jornada que les dificulta dar todo su potencial de trabajo en el oficio.

El problema no es que el o la periodista tenga una vida o responsabilidades de cuidado. El problema es que el sistema está diseñado para personas que no tienen responsabilidades de cuidado. Lo único que se necesita para solucionar esto es algo de voluntad para implementar políticas de bienestar para crear redacciones más humanas, por ejemplo, lo justo sería que los periódicos tuvieran salas de lactancia y guarderías y si esto no es posible, flexibilidad en los horarios. Hoy en día y gracias a Internet, pocas veces es imprescindible la presencia física para coordinar un equipo o participar de las discusiones de la redacción.

Finalmente, quizás el mayor obstáculo que enfrentan las periodistas tienen que ver con el acoso sexual de sus jefes, colegas, y fuentes. Las redacciones suelen estar llenas de chistes machistas y homofóbicos que las reporteras deben soportar en silencio. También deben soportar que sus cuerpos y forma de vestir sean escudriñados por sus compañeros. Es común que si las reporteras llegan al trabajo en falda o vestido sean objeto de comentarios por todos sus colegas, quienes además las interrumpen y las tratan de forma condescendiente. Esto no sucede en todas las redacciones de periodismo, pero es común a todos los gremios, el acoso sexual laboral es un problema de machismo transversal a todos los oficios humanos. En este caso particular las reporteras también deben cuidarse de ser acosadas por sus fuentes, una preocupación que los periodistas hombres rara vez suelen tener.

El conjunto de todos estos obstáculos hace que muchas veces el periodismo sea un campo hostil para las mujeres, que, independientemente de su talento, muchas veces terminan prefiriendo campos como la comunicación interna o externa, y esto nos priva a los y las lectoras de una producción balanceada de las noticias.

Catalina Ruíz-Navarro: es feminista colombiana autora del libro “Las mujeres que luchan se encuentran”, columnista del diario El Espectador desde 2008. Co-fundadora y directora de Volcánicas (volcanicas.com), fundadora y directora de Creadoras Camp, y una de las fundadoras del colectivo feminista colombiano Viejas Verdes.

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