Imagen de la película Irreversible 2002

* Por Camila Pace

Como tabaco para los pulmones

Empecé a trabajar en este ensayo buscando en internet otros textos que trataran el mismo tema y encontré, en varios documentos, referencias al famoso (entre no tan modernos cinéfilos) artículo “De la abyección” y su crítica a un travelling en una película italiana de 1960 sobre los campos de concentración nazis. El autor, Jaques Rivette, dejó de manera contundentemente clara que la escena dirigida por Gilberto Pontecorvo en “Kapó” era vil e imperdonable. Una cámara seguía el movimiento de una mujer judía corriendo hacia el alambrado del campo en el cual estaba encerrada, para morir electrocutada, y el último plano era su mano alzada temblando por la electricidad. Dudé en mirarla pero finalmente puse las palabras “Kapó Pontecorvo” en el buscador y lo primero que me apareció fue “el famoso travelling”, video de 2 minutos. Hice click con un poco de tensión en el pecho y miré de reojo, rápidamente la tensión me abandonó y observé tranquila. No era algo agradable, pero tampoco impactante.

Pude entender perfectamente porqué se la juzgó y me entristeció un poco la falta de efecto que la escena causó en mí. Esto no es nada, pensé, y he aquí el problema. ¿Cómo, en el mundo de la sana razón, ver la representación de una judía capturada por el nazismo, quitándose la vida para escapar de la indescriptiblemente insoportable situación en la que se encontraba, podría no causarme nada? “Cada uno de nosotros se habitúa hipócritamente al horror, éste forma poco a poco parte de la costumbre y muy pronto integrará el paisaje mental del hombre moderno; ¿quién podrá la próxima vez extrañarse o indignarse ante lo que, en efecto, habrá dejado de ser chocante!”1, decía Rivette.

El mundo audiovisual se fue haciendo cada vez más cruento, ya poco nos asombra, nos da curiosidad o siquiera nos produce algo. ¿Qué es el arte sino emocionarnos de alguna manera? Pero pareciera que la sociedad, entendida como una entidad única, estuvo durante siglos fumando imágenes cada vez más violentas, pues las de décadas anteriores van perdiendo impacto y hay que ir, poco a poco, aumentando la dosis para que surtan efecto. “La búsqueda de imágenes más dramáticas (como a menudo se las califica) impulsa la empresa fotográfica, y es parte de la normalidad de una cultura en la que la conmoción se ha convertido en la principal fuente de valor y estímulo del consumo”2, sostiene Susan Sontag, escritora, filósofa y directora de cine. No interesa la marca que el producto deje en la sociedad, mientras esta quiera consumirlo. Nos consta que la sangre, el sufrimiento, la ira y la naturaleza macabra del hombre han sido siempre temas tabúes que pican la curiosidad. Pero, ¿qué implica ver por goce una película en la cual hay escenas explícitas de sufrimiento, masacre, tortura, mutilación, degradación; de un otro, ficticio o no, pero siempre verosímil?

Representar lo irrepresentable

Hacer una película (contar una historia en cualquier formato que se quiera) sin sufrimiento en su trama, sin un conflicto de consideración, sería una incongruencia. Y no tratar en el arte temas cruciales para la humanidad tales como las atrocidades que se viven y han vivido en las diferentes partes del mundo sería quitarle al arte su función principal. Sin embargo, tratar temas delicados implica una responsabilidad que toda directora o director debería tener en cuenta a la hora de producir. El cine marca el imaginario colectivo, afecta la manera en que las sociedades observan los hechos, produce sentido.

Accidentalmente traigo a cuento a un director argentino, que yo hubiese jurado era de alguna nacionalidad muy lejana e incomprendida, oscura y fría de otra punta del planeta. Gaspar Noé, radicado en Francia, produjo la mayoría de sus películas allí, entre ellas Irreversible, la cual escribió y dirigió. Resulta ser la más polémica y famosa de sus obras: una historia de venganza en la cual dos hombres, novio y ex novio de una mujer, buscan vengarse de quien la violó. Wikipedia explica esta sinopsis de forma bastante similar, pero agrega el adjetivo “brutal” para describir la violación, a pesar de que toda violación es brutal. Creo yo, intenta referirse a las características del filme más que a lo que implica la violación de la personaje en sí, pero sigue estando técnica y moralmente mal formulado. Lo mismo ocurre con la película.

Cuando me puse a pensar qué escena alguna vez me había dejado impactada, recordé la de esta violación, que dura unos nueve minutos. Nueve largos minutos en los cuales el espectador debe mirar cómo sucede todo a través de una cámara fija: incomodarse, sentir nauseas, empatía, repulsión, asco, agitación, angustia o ira. “Como el tema de la película era una violación, esta tenía que ser lo más poderosa posible, ser lo suficientemente desagradable, ser útil. Si haces una película con una violación y no la muestras, ocultas lo importante… la cuestión es que si la muestras de una manera desagradable, ayudas a las personas a evitar ese tipo de situaciones”3, declaró el director Gaspar Noé para The Guardian. Ciertamente, es un razonamiento que deja mucho que desear.

Ver para creer

Por un lado, observamos que la necesidad de mostrar explícitamente este tipo de cosas muestra una falta de imaginación generalizada. Caer en lo burdo de observar todos los detalles para comprender una situación complicada, que yo diría tampoco se comprende bien de esta manera, sería eliminar toda posibilidad de sutileza, metáfora y respeto, por quienes atraviesan realmente esas situaciones y por el espectador. Y en segundo lugar, esto es centrarse más en lo violento del victimario que el sufrimiento de la víctima.

Esta película, como muchísimas otras, no se limita a contar un hecho violento, sino que lo hace de forma violenta. Alimentar la morbosidad es la única lógica para crear una escena de nueve minutos mostrando un abuso sexual y físico excesivamente feroz y crudo. Lejos está de ser una reflexión contra la violencia de género y de lograr empatía con las mujeres víctimas de ella. En la escena de violación, la mujer que está ahí solo es un cuerpo controlado por el deseo de un hombre; no sale de ser un objeto sexualizado, un punto de tiro donde afirmar virilidad. Y esto ocurre tanto dentro de la ficción como para los espectadores de la película en la realidad. Poco importa el antes o el después de la personaje, una vez que se la ve degradada a este nivel.

El cine, junto con los medios de comunicación masivos, fue escalonadamente ascendiendo su nivel de crudeza, al mismo tiempo que los públicos aumentaron la tolerancia a ver cualquier cosa. Sin darnos cuenta, muchas cosas pasaron de ser ofensivas a ser la chispa que enciende el entretenimiento. Irreversible es un ejemplo de lo que hoy, año 2022, pudo realmente escandalizarme a mí (y a muchos otros). Ver imágenes del holocausto ya se hizo moneda corriente, ni hablar de un asesinato o una golpiza sanguinaria. Quizá en 50 años también lo serán las escenas explícitas de violación y cualquier tipo de abuso de poder que uno pueda imaginar.

 

*Camila Pace, argentina, estudiante de Comunicación Social en la UBA, escribe literatura y textos de no-ficción.

@camivpace

Bibliografía   __________________________________________________________________________________________

  1. https://intermediodvd.wordpress.com/2012/09/18/de-la-abyeccion-por-jacques-rivette/
  2. Susan Sontag, Ante el dolor de los demás, 2003. Pág. 14
  3. https://www.elespanol.com/series/cine/20190829/violacion-monica-bellucci-indigno-vuelve-provocar-venecia/424958329_0.html

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