En el marco del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, Ximena Canal Laiton, de la colectiva feminista Es Por Todas, entrevistó a Yorbelys Linares, una mujer venezolana radicada en Cundinamarca, para conocer algunos aspectos comunes en las condiciones laborales de mujeres migrantes y refugiadas provenientes de Venezuela que viven en Colombia.

Yorbelys nació en el estado Lara de Venezuela hace 33 años. En 2019 Yorbelys, su esposo y sus dos hijos de 7 y 13 años llegaron a Colombia a buscar oportunidades laborales y educativas. Desde su llegada viven en el municipio de Mosquera y, hasta el momento, no tiene planeado trasladarse a otro lugar.

Ximena Canal Laiton: ¿En qué trabajas? ¿Cómo es tu día a día en tus actividades laborales?

Yorbelys Linares: Yo trabajo como vendedora de ropa. Encargo a proveedores que conozco en San Victorino, me guardan la ropa y luego la vendo por Facebook, a amigas o en el barrio. Prefiero tener un emprendimiento porque tengo dos niños pequeños y necesito tener tiempo para estar con ellos. Uno estudia en la mañana y otro en la tarde y mi esposo trabaja por fuera, entonces siempre debo estar en casa. Me da miedo dejarlos al cuidado de otra persona porque están pequeños, y no tenemos más familia en Colombia.

¿Esta situación de buscar trabajar desde casa para el cuidado de otras personas de las familias es una situación común en las mujeres venezolanas?

Sí, es una situación común. Varias mamitas no tienen con quién dejar a sus hijos. Muchas mujeres venezolanas en Colombia no tenemos una red de apoyo, familia, ni nadie de confianza para el cuidado de los niños. Sucede también con las mujeres que cuidan a personas con discapacidad, a sus abuelos, etcétera. Teniendo trabajo en la casa también podemos compartir con nuestros hijos y ayudarlos con las tareas.

¿Qué implicaciones económicas tiene esta modalidad de trabajo por cuenta propia en las mujeres? Lo pregunto porque según algunas ONGs, más del 50% de las personas venezolanas en Colombia ganan menos de un salario mínimo al mes.

Esto es muy cierto. En mi caso, mi trabajo no me deja ingresos todos los días. Lo que gano no es mucho ni tengo un monto constante con el que puedo contar, entonces yo complemento lo que gana mi esposo y sumando sostenemos nuestro hogar. Es cierto que muchas personas que venimos de Venezuela trabajamos en informalidad, y por eso ganamos menos del salario mínimo y tenemos complicaciones para pagar todos los gastos. Sin embargo, es difícil conseguir empleo en Colombia y muchas mujeres prefieren trabajar por cuenta propia por varias razones: además del cuidado de la familia, también porque hay explotación laboral en la mayoría de ofertas laborales y porque a veces cuando vamos a buscar trabajo recibimos acoso sexual y violencia de ofertas sexuales no deseadas. Es mejor tener menores ingresos que estar explotadas o violentadas.

Hablemos de cada uno de esos temas por separado. ¿Cómo crees que las mujeres venezolanas viven la explotación laboral en Colombia?

La verdad es que las mujeres migrantes en Colombia somos muy explotadas. Cuando uno trabaja en un negocio pasa solamente todo el día trabajando, no le respetan horarios y a uno le quieren pagar lo que ellos quieren. Y si uno no tiene documentación, más rápido se aprovechan. Peor cuando uno está recién llegado al país porque uno no conoce los derechos laborales, y tiene necesidades y miedo de la discriminación.

Le voy a contar un ejemplo. Mi hermana duró un año trabajando en una pizzería como encargada en la cocina. El horario de ella era demasiado explotador. Sábados y domingos entraba a las 9 a.m. y salía hasta la 1 de la madrugada por 50.000 pesos el día. Y aparte de eso, ella no tenía hora para comer. Si tenía que ir al baño, tenía que ir corriendo y volver rápido porque no tenía ayudante de cocina y ella estaba sola cocinando. Ella se enfermó porque no comía, y no le daban tiempo ni para ir al médico, le decían que no podía faltar, entonces tenía que ir a trabajar enferma. Y esa es una situación muy común.

Yo iba a veces a ayudarla porque no me gustaba que ella estuviera esclavizada todo el día. Trabajaba 13 horas, de 12 del día hasta la 1 de la madrugada, y me pagaban 30.000 pesos. Yo lo hacía por ella, prácticamente era por ayudarla, no por la plata.

Una vez le hicieron una promesa de que le iban a pagar una prima cuando cumpliera un año trabajando. Luego no se la querían pagar, ella tuvo que decir que iba a renunciar, y como sabían que nadie iba a trabajar por ese salario, la tuvieron con mentiras como 4 meses, y al fin se la pagaron en 2 partes, y le dieron como un millón.

Cuando uno no tiene documentación [de permiso migratorio], cualquier persona viene y le dice a uno que mañana pasado o la semana siguiente, y cualquier persona con necesidades económicas cae en la mentira. A veces las mujeres trabajan y al final no les pagan nada, o les pagan menos de lo que prometieron.

Una vez a mí me ofrecieron 80.000 pesos por cuidar a dos niños desde las 5 de la mañana durante todo el mes. Al final hice cuentas y me gastaba más en comida y servicios de lo que me pagaban, y al final del mes, la señora me quería pagar solo 40.000. Yo le dije que no se los recibía, que respetara su palabra. Y así escucha uno muchos casos.

¿Crees que las medidas de regularización migratoria de los últimos años han contribuido a mejorar las condiciones laborales de las mujeres venezolanas?

Sí y no. Con los papeles en regla muchas mujeres pueden trabajar formalmente. Aquí en Mosquera varias trabajan en la producción de flores, y ahí tienen todas las prestaciones y los beneficios de ley. Pero, por otro lado, es cierto que siguen siendo pocas las mujeres que tienen su empleo formal, por las razones que ya mencioné y también porque en Colombia es muy difícil conseguir trabajo.

Hablemos ahora de los casos de acoso y violencia sexual en los trabajos o en los procesos de búsqueda de empleo.

He conocido mujeres que me han contado que cuando están trabajando, mayormente sucede con las mujeres que venden tinto y empanadas en las calles, han tenido muchos problemas con el acoso sexual. Vienen hombres abusivos a hacerles ofrecimientos sexuales, les piden cosas a cambio de dinero. 

También sé que hay mujeres que prefieren no buscar trabajo en negocios porque cuando van a entregar su hoja de vida, los dueños de los lugares actúan igual: las acosan y les hacen ofrecimientos sexuales indeseados mediados por dinero. Muchos hombres creen que pueden hacer eso con las mujeres venezolanas. Creo que yo que piensan: “si es venezolana, seguro lo hará”. En esos contextos yo pienso mucho en las mujeres que están solas aquí con sus hijos, que no tienen pareja ni nadie que las apoye… 

¿Crees que las mujeres migrantes cuentan con herramientas efectivas para denunciar el abuso y la explotación laboral?

Yo no he escuchado ninguna persona que ponga una queja en el Ministerio del Trabajo ni ante el Gobierno. Digo yo que la mayoría de las personas creen que eso no soluciona nada, que eso queda como un chisme. En Venezuela cuando uno iba a poner una denuncia y no prestaban atención. Todo estaba permeado por la corrupción. Entonces creo yo que la gente prefiere llegar a acuerdos directamente, que no sienten que el Gobierno Colombiano vaya a protegerlos.

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