*Por: Fátima E. Rodríguez
Los oficios más inimaginados, a veces, son realizados por mujeres indígenas. Este es el caso de Regina de Lezcano cuyo trabajo por temporadas es domar vacas para las exposiciones. Regina ahora quiere aprender alfarería.
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Los montes que antes eran los supermercados de los indígenas ahora tienen alambres y a veces, peones con armas que disparan al aire cuando las mujeres se animan a buscar agua o peces en el río en los tiempos de sequía. En el Chaco, se crían vacas para la carne, para los embriones de raza mejorada y para las exposiciones nacionales e internacionales. «Vaka Chaco» solía utilizarse en guaraní para designar a una persona salvaje o poco respetuosa de las convenciones sociales; también en una discusión subida de tono, podía tomar la acepción de «ignorante», pero en los últimos tiempos ya no es un insulto: Las vacas del Chaco viven bien, cuestan caras y sus dueños ganan mucho dinero con ellas. «Vaka Chaco» ya es sólo alguien que come y duerme. El ideal del buen pasar.
En 2023, el salario mínimo en Paraguay quedó establecido en 2.680.373 de guaraníes por decreto presidencial. Ese mismo año, la vaca mejor cotizada de la Expo de Mariano Roque Alonzo llegó a 214 millones de guaraníes, y aunque no era el Chaco, ese monto es lo que gana una persona trabajadora con salario mínimo en 6 años y medio.
A Regina de Lezcano, que siempre vivió en el Chaco, no le parecía extraño tomar agua del mismo lugar que las vacas. «A veces había olor a sapos y muchas veces nos daba dolores de estómago, pero ahora, podemos tomar agua limpia», cuenta Regina y muestra un filtro de barro que ella misma hizo con sus manos. Ahora Regina descubrió el barro y le gustaría dedicarse a la alfarería. Pero antes, se dedicaba a amansar vacas. «Cuando llega la Expo, las vacas tienen que ser amaestradas para acostumbrarse al ruido. Acostumbrarse a ver mucha gente. Entonces, con mi marido, vamos a las estancias y nos contratan para domar a las vacas en dos semanas. Le ponemos música muy fuerte, entonces, aprovechamos para escuchar un chamamé, hablamos fuerte, le ponemos distintos colores», cuenta Regina de Lezcano y se suelta una risa.
«Los Nelore, esos blancos son lindos, pero no resisten mucho porque tiene una piel más fina y los bichos le bajan y se ponen muy nerviosos en el Chaco; pero esos naranjas, los Brangus tienen la piel más gruesa y aguantan mejor en el Chaco y son más tranquilas», cuenta.
«Las vacas tienen que acostumbrarse al ruido, a mucho ruido, porque no se puede llevar así, sin entrenar, porque se pondrían nerviosas en la Expo y podrían atacar a las personas o causar accidentes, porque encima suelen pesar mucho, son grandes. Hacemos pasear y posar, ponemos grabación de ruidos, aplausos», explica. «Nuestro patrón es menó y nos quiere mucho», dice ella. Años atrás, una de las vacas que adiestraron con su esposo ganó la Expo y hasta se fue a otros países a competir. Regina recuerda con orgullo.
Regina también es de la religión menónita porque vive en la aldea Belén de la comunidad Yalve Sanga, en el Departamento de Boquerón. Todas las aldeas de Yalve Sanga tienen nombres bíblicos porque allí se considera que son «las misiones» de los «menó». Pero «menó» es el patrón. «Soy del Pueblo Enlhet Norte y mi marido es Chamacoco. Trabajamos durante muchos años en las estancias», cuenta.
EL TRABAJO DE LAS MUJERES
Regina de Lezcano tiene 52 años. Es una de las egresadas del taller de “Elaboración de filtro cerámico como sistema de purificación de agua para el abastecimiento domiciliario” que la organización TEMHA -Taller de Estudios para la mejora del Hábitat- llevó adelante en su sede en Buena Vista, distrito de Teniente Irala Fernández, Departamento de Presidente Hayes.
«Al principio pensamos en juntarnos con la idea de aprender a hacer kambuchi o cántaro, pero el profesor nos dijo que lo importante era hacer el filtro, que el cántaro era para después. Hacer el filtro tiene otra fórmula», cuenta Regina que egresó en febrero pasado.
Regina es una de las pocas que habla español además de su idioma. Oficia de traductora para sus compañeras. «El taller era un lugar de encuentro de las mujeres, un lugar para reír, también para orar. También aprendimos a comer ensaladas, porque al principio no teníamos apoyo económico y el profesor nos invitaba la ensalada y no sabíamos comer, pero después ya nos gustó», recuerda.
El grupo de mujeres de las aldeas Belén, Efeso y La Estancia viajan varios kilómetros para reunirse tres veces a la semana y aprender a hacer «Yambui», un filtro para purificar agua y para llevar a sus casas y resolver la problemática del agua para el consumo. Yambui significa cántaro en el idioma del pueblo Guaraní Occidental. Antes de la extensión del uso de la heladera, el cántaro era utilizado como refrigerador y purificador del agua en las familias campesinas e indígenas de Paraguay y de hecho es un elemento que forma parte de la simbología del folclore del país. El “Yambui” está inspirado en el cántaro pero tiene un sistema, por el tipo de barro que se utiliza, de un mejor filtrado y de limpieza.
«El cántaro es un recipiente y puede refrescar el agua, pero el filtro en cambio tiene que dejar pasar el agua para limpiar. Pensábamos que era algo fácil, pero al principio hacíamos y se nos rompía. Al cabo de varios meses ahora ya sabemos hacer filtro. Pero ahora queremos aprender a hacer el cántaro, porque creemos que puede ser una opción de trabajo para las mujeres», dice.
EL CAMBIO CLIMÁTICO
A pesar de que muchos piensan que el Chaco siempre fue difícil, el calor se resiente de manera distinta. «El año pasado tuvimos un año duro. Tuvimos 8 meses de sequía. Recién este año volvió a llover», cuenta Regina.
Regina y su familia están preocupados por el clima de este año. «Antes plantábamos sandía, zapallos, batatas, porotos, grosellas, pero ahora no crece más. Se seca todo» cuenta. Con pequeños cultivos su familia combinaba la rara profesión de amaestrar vacas para poder someterse al estrés de las «Expos».
Aunque existen muchas personas que niegan el cambio climático, el calor extremo o las lluvias torrenciales impactan en el Chaco. En los últimos tiempos, se abrió un nuevo mercado para la carne paraguaya en Israel y Estados Unidos, quizá esto explique que una importante productora de yogurt y leche del Chaco cerró este año. ¿Es por la sequía y el costo de alimentar las vacas lecheras? ¿Conviene tener vacas para exportar carne antes que lecheras? Algunas comunidades indígenas del Chaco tienen sus estancias y sus vacas que sirven para los momentos difíciles, pero la decisión siempre es con los «asesores menonitas» de la comunidad.