Dignidad ante el efecto palangana

*Por Noelia Díaz Esquivel

Edición: Mónica Bareiro

Chingola sobrevivió a duras penas a cinco abortos, nadie sabía por qué le pasaba eso. Después se enfermó Juan, su hijito de 7 años y empezaron a atar cabos. Las fumigaciones en los campos de siembra de algodón, en Capitán Bado, eran criminales. 

Esta es la historia de expulsión que se repite desde hace años en Paraguay, ante la avanzada del agronegocio, al que pareciera importar más sus cuentas bancarias que los seres humanos. 

Así, allá por 1978, Chingola y su familia dejaron el departamento de Amambay y emigraron a la capital. Levantaron los cimientos de su nuevo hogar sobre, lo que hoy conocemos como Bañado Sur. 

“Cuando eso era todo yuyal, no había casi casas, tampoco servicios públicos, así que empezaron a organizarse y con la conformación de una comisión vecinal lograron tener agua y electricidad. De esta forma se inició la construcción del barrio”, relata Jessica Arias, nieta de Chingola.

Jessica (31) es mamá de dos adolescentes quienes al igual que ella, nacieron y se criaron en el barrio Santa Ana. Desde que tiene memoria, vio como todas y todos los pobladores luchan por dignificar sus casitas.

Jessica Arias, pobladora del Bañado Sur, Asunción, Paraguay.

“Alzamos murallas, traemos escombros, pintamos ventanas y paredes, todo para dignificar nuestras casas, pero llega el agua y se va todo a la mierda. Nuestras casas no están construidas por arquitectos, pero son nuestro hogar y lo que pasamos es super violento, es violencia estatal”, denuncia Jessi, al relatar las consecuencias del efecto palangana que afecta al Bañado desde que se iniciaron los trabajos de construcción para la Costanera Sur.

Así quedan las calles del barrio Santa Ana tras cada lluvia.

Según el gobierno, la implementación del proyecto Costanera Sur, se encuentra en un 80 % de ejecución. La promesa de entrega está marcada para mediados de 2024.

Pero este proyecto no previó la construcción de una defensa costera y hoy los 10 barrios del Bañado están sumergidos en un pozo. Se encuentran rodeados de montañas de arena y escombros que los separa del “progreso” y bajo agua cada vez que llueve.

Pobladoras y pobladores del Bañado se manifiestan exigiendo la construcción de una defensa costera.

 

Según explica Jessica, hay solo dos salidas para el agua que inunda sus barrios, se trata de dos puentes en donde está previsto hacer una canalización. No están seguros de que esto sea suficiente. Lo cierto es que por ahora el agua no tiene por donde llegar al río y lo que se junta después de cada lluvia -por mínima que sea- tarda días en escurrirse.

“Nosotras y nosotros sabemos cuál es nuestra realidad, sabemos que cada tanto habrá una inundación, cuando eso ocurre tomamos nuestras cosas y subimos a lugares más seguros. Después hacemos las paces con el río. Le dejamos que ocupe su lugar porque sabemos que luego él también nos dejará tomar el nuestro”, dice Jessi al explicar que no es lo mismo la afectación del efecto palangana que las crecidas naturales y cíclicas del río.

La falta de canalización hace que el agua no tenga por donde llegar al rio.

Cuando se habló del proyecto de Costanera Sur, pensaron que podrían solucionarse sus problemas, pero la verdad es que las y los pobladores de la zona nunca estuvieron en los planes. Ahora, según explica la bañadense, les quedan tres opciones:

– Resignarse y resistir

– Negociar con el gobierno la mudanza a otro territorio

– O levantar sus terrenos 9 metros más, a la altura de la Costanera

Para Jessica y sus vecinos ninguna de ellas es justa. Este barrio tiene más de 80 años de historia. Cada vivienda, cada emprendimiento es fruto de mucho esfuerzo. No entienden, aunque no les sorprende que ellas y ellos no sean parte de un plan estatal tan ambicioso. 

En época de crisis aumenta la violencia contra las mujeres y niñas.

“La impotencia se ve en la cara de mis compañeras”, relata Jessica, al tiempo de mencionar que a eso se suma el miedo que les produce la violencia que viven en sus casas, porque el impacto de las inundaciones es proporcional a las agresiones de las que son víctimas ellas, sus hijas e hijos.

El Centro de Atención Familiar (CAFAM), ubicado en el Bañado Sur, atiende al menos 3 denuncias de abuso sexual contra niñas, por día. Así como 3 a 4 casos de violencia intrafamiliar diariamente. 

Centro de Atención Familiar dependiente de la Asociación Mil Solidarios (CAFA Mil) del Bañado Sur de la ciudad de Asunción.

“No damos abasto, somos pocas las personas que trabajamos acá. Brindamos asesoramiento jurídico, atención psicológica y orientación laboral. También buscamos alianzas con otras instituciones u organizaciones y este año hicimos capacitaciones con SNPP, Sinafocal, IPA, etc”.

La carga de cuidados para las mujeres también aumenta en las situaciones de crisis, tal es así que son ellas quienes se encargan de buscar un lugar más seco en casos de inundaciones extremas. Son ellas las que juntan sus pertenencias intentando salvar todo lo que su puede. Son ellas las que lideran las mudanzas. Son ellas las que vuelven a recuperar su hogar cuando las aguas bajaron. 

Jessica Arias tratando de escurrir el agua estancada tras un día de precipitaciones.

Pero según Jessica, no hay voluntad política para resolver los problemas de las mujeres pobres, ni para trabajar en políticas de prevención contra violencia, mucho menos para trabajar en un buena canalización de los arroyos y un sistema de bombeo eficiente para temporadas de inundaciones. 

“Yo sueño y pido dignidad. Que todas y todos vivamos bien, que ya no suframos inundaciones, que el alimento sea un derecho garantizado y no un privilegio. Mi gran deseo es que la gente de mi barrio viva feliz, que tenga un trabajo formal. No quiero lujos, solo quiero vivir dignamente”, remata Jessica Arias. 

 

*𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘵𝘦𝘳𝘪𝘢𝘭 𝘧𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘥𝘶𝘤𝘪𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘥𝘦𝘭 proyecto 𝘝𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘈𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘊𝘭𝘪𝘮á𝘵𝘪𝘤𝘢 𝘑𝘶𝘴𝘵𝘢 (𝘝𝘈𝘊), 𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘨𝘶𝘢𝘺 𝘱𝘰𝘳 𝘞𝘞𝘍-𝘗𝘢𝘳𝘢𝘨𝘶𝘢𝘺 𝘺 𝘍𝘶𝘯𝘥𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘈𝘷𝘪𝘯𝘢.⁣⁣⁣⁣⁣⁣⁣⁣⁣

 

 

1 comentario

  1. Es verdad que en época de crisis aumenta la violencia contra niñas y mujeres. Quienes no vivimos del modo en el que el sistema patriarcal esperaría, tenemos que estar más unidxs, ser poderosxs y proyectar una imagen de fuerza, pero para ello tenemos que dejar atrás el individualismo exacerbado que ha marcado los últimos años. Debemos organizarnos mejor, al menos de un modo tan eficaz como aquel de la gente que se encuentra todos los fines de semana en sus diferentes templos. En torno a una nueva religión no dogmática, atea/agnóstica (o por lo menos no teísta), que luche contra la supremacía blanca, el sistema patriarcal y el racismo, que sea ecologista y esté a favor de los derecho de LGBTIQ+ lo estaríamos, y podríamos conseguir que se estableciesen comunidades de mujeres, hombres y personas de géneros no binarios en muchos lugares, autogestionadas y con fuertes relaciones de cuidados entre sus integrantes. En el blog infinito5.home.blog escribo sobre ella.

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