*Por Gabriela Aguinaga
Aquella noche el fuego nos acompañaba
llenando el vació que teníamos,
quizás sanándonos, quizás perdiéndonos
o confundiéndonos en el camino;
tú pensando en la soledad,
yo pensando en como hacer
para vivir un re-encuentro contigo.
En un cuarto sin sentido, como olvidado y presente
– tan poco tuyo y muy mío – en ese espacio vació.
Te conocí y reconocí así como te había soñado,
me fundí en recordar lo que significa estar
en la profundidad de la tierra.
Eres algo y al final eres todo aquello que me llamaba
sin que me importará cuanto tardará en desaparecer
ese momento tan calado para siempre
– aunque para siempre no sea nada –
porque entre el pasado, tú paso y mi paso,
quizás la nada es más lo que enciende la llama.
A veces recuerda mi piel despierta,
pero tan solo están mis dedos y mis labios,
que se muerden en un tiempo que no existe,
como aquella noche violenta y aquella noche tan calma.
Gaby es educadora, mujer encarnada, fotógrafa quiteña, escritora de lenguas mestizas.