*Por Noelia Díaz Esquivel

Edición: Lida Duarte

En este reportaje damos un paseo por las historias de dos mujeres que, con cada puntada, tejen bioemprendimientos de hilo y miel, que les permiten generar sus propios ingresos y apoyar económicamente a sus familias, al tiempo de contribuir en los procesos de mitigación al cambio climático.  Ellas son protagonistas que lideran la adopción de medidas sostenibles en su artesanía. 

En Puerto Sastre, una antigua localidad chaqueña fundada el 28 de junio de 1905, en la ciudad de Carmelo Peralta, del departamento de Alto Paraguay, nació “Kuña po saraki”, una asociación de 11 mujeres artesanas que se juntaron para tejer crochet, encaje ju y ao po’i . 

Claudia Silva (29), una de las socias, relata que el grupo está compuesto por amas de casa, enfermeras, profesoras y funcionarias públicas de diferentes edades, pero con una meta en común: independencia económica. 

Claudia Silva, artesana de Puerto Sastre, departamento de Alto Paraguay.

Ella cuenta que su primera experiencia en ventas fue cuando ya estaban organizadas. En junio de 2022, en coincidencia con el  aniversario de Puerto Sastre, se organizó una fiesta patronal y una gran feria en la plaza principal.  «Nos organizamos para exponer los trabajos que teníamos y nos fue súper bien», rememora.

Pero además de articularse para las ferias, se reúnen cada semana para experimentar juntas nuevas técnicas de tejido y bordado. Hacen blusitas, mantelitos y toallitas bordadas, llamadores de ángeles y hasta muñequitas de amigurumi.

Están en permanente movimiento y con muchísimas ganas de aprender y salir adelante, tal es así que con apoyo de la organización Pro Comunidades Indígenas (PCI) lograron acceder a talleres de marketing digital. 

Claudia cuenta emocionada que empezó a participar en los cursos de informática y audiovisual con los profesores Norberto y Andy. Posteriormente, ellas pidieron clases para aprender a promocionar sus productos en internet. “Yo les dije que las redes sociales son importantes y queríamos aprender a hacer una fanpage”, contó. Una cosa llevó a la otra y en el proceso también crearon el logo de “Kuña po saraki”, artesanía en hilo. 

La  salida al público a través de sus redes sociales coincidió con el mes de la amistad y al promocionar sus trabajos recibieron gran cantidad de pedidos de regalos para agasajar a las amigas y amigos en su día. 

Creo que con el tiempo y la perseverancia, las mujeres artesanas van a lograr instaurar esa mentalidad de que lo artesanal no tiene porqué ser barato, la realidad es que estás comprando algo hecho a mano, un producto al que una persona le dedicó tiempo. No es una máquina la que está tejiendo o bordando y a pesar de que los diseños parten de patrones preestablecidos, siempre le ponemos nuestro toque personal y con eso ya cambia el estilo de la prenda o del accesorio que estamos vendiendo, dice la artesana.

Claudia se declara feminista y defensora del medioambiente. Señala que la artesanía es una actividad que le ayuda a desestresarse, pero además es consciente de que colabora en la preservación de la cultura y de la biodiversidad. Para ella es fundamental la inclusión del enfoque de género en los bioemprendimientos, como la artesanía, y lograr establecer un ambiente de producción y negocios que les permita a las mujeres participar plenamente en una actividad económica sustentable. 

“Oro dulce” para sustentar a las familias y al medioambiente

Felicita Cardozo (34) es campesina, ama de casa, chaqueña y madre de dos hijes. Ella apostó por la apicultura como una medida de apoyo a la economía familiar, sin dañar el medioambiente. 

Ella vive en Colonia Maria Auxiliadora, ubicada en el departamento de Alto Paraguay. Relata que un amigo de la familia, Domingo Segovia, la invitó a participar de una reunión en la que explicó sobre el proceso de cultivo y cosecha de la miel. La acompañó su hija Angela (14). Ambas salieron convencidas y motivadas del encuentro. Hace tres meses  forma parte del comité “Oro Dulce” y relata que ya tiene su caja de apicultura y una prometedora colmena que crece poco a poco. 

Tuvimos suerte, porque apenas unos días después de sacar la caja al monte, se le acercó la cava (abeja) y empezó a crecer la colonia. Ahora tiene que esperar al menos 2 meses para poder cosechar la miel.

Felicita Cardozo, apicultora de colonia María Auxiliadora, departamento de Alto Paraguay.

Felicita explica que el comité está conformado por 10 socias y socios que, cada mes, deben aportar 5.000 guaraníes para el cuidado del espacio donde están ubicadas las cajas de apicultura. Actualmente tienen una alianza con la organización “Eirete Pantanal”, que se comprometió a la compra de la miel por un valor de 40.000 guaraníes por litro. Para tener una idea, de una caja se suele cosechar unos 27 litros. 

Madre e hija están esperanzadas con esta nueva posibilidad de negocios y en unos meses más poder contar con un ingreso extra para la familia. 

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los bioemprendimientos como la apicultura y la artesanía ayudan a crear sistemas de vida sostenibles. La apicultura es un proceso colaborativo en donde las abejas se alimentan de plantas y árboles para generar la miel, mientras que los humanos se encargan de proteger los árboles nativos que le dan alimento a las abejas. Las abejas al igual que los bosques, son necesarias para que la vida continúe sobre la tierra. 

*𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘵𝘦𝘳𝘪𝘢𝘭 𝘧𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘥𝘶𝘤𝘪𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘰𝘨𝘳𝘢𝘮𝘢 𝘝𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘈𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘊𝘭𝘪𝘮á𝘵𝘪𝘤𝘢 𝘑𝘶𝘴𝘵𝘢 (𝘝𝘈𝘊), 𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘨𝘶𝘢𝘺 𝘱𝘰𝘳 𝘞𝘞𝘍-𝘗𝘢𝘳𝘢𝘨𝘶𝘢𝘺 𝘺 𝘍𝘶𝘯𝘥𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘈𝘷𝘪𝘯𝘢.⁣⁣⁣⁣⁣⁣⁣⁣⁣

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