Por Danae Prado Carmona y Karina Ramos Zapata*
Al igual que muchas mujeres trabajadoras, nosotras trabajamos en el centro de Santiago, más específicamente en la calle Bandera con Alameda, en el Gobierno Regional Metropolitano de Santiago. Asimismo, igual que esas mujeres, cuando salimos después de las 7 de nuestras oficinas debemos armar un plan de traslado, establecer por qué vereda caminaremos, cuan rápido irán nuestros pasos en ciertos tramos, calcular cuanto demoramos en llegar a tal estación de metro, lo que definirá si nos bajamos en la que queda más cerca pero tiene una salida más oscura o en la que nos queda más lejos, pero tiene más iluminación y locales que estarán abiertos a esa hora.
Así es la vida de las mujeres en las ciudades, en comunas urbanas y rurales, salir a la calle para nosotras amerita una planificación, buscando rutas seguras para llegar de un punto a otro de la ciudad. Nada de esto nos ha sido enseñado de manera formal, es simplemente parte del acuerdo tácito que nos recuerda a diario que no pertenecemos, según algunos, a la vida pública, que nuestro lugar natural siempre es lo privado.
Todas estas premisas nos hablan de la importancia de conocer y reconocer cómo se diferencian las experiencias de mujeres y hombres en las ciudades, y, desde la política pública, avanzar desde todos los espacios en reducir las desigualdades, porque limitar el uso libre de las ciudades es limitar el desarrollo pleno de la mitad de la población humana.
La geógrafa canadiense Leslie Kern, en su libro Ciudad Feminista, la lucha por el espacio en un mundo diseñado por hombres, explica “Así como el acoso en el lugar de trabajo expulsa a las mujeres de las posiciones de poder y borra sus contribuciones en ciencia, política, arte y cultura, también el espectro de la violencia urbana limita el poder de las mujeres, sus opciones y decisiones, sus oportunidades económicas”. De ahí que una planificación del espacio público para ser completa, debe incorporar nuevas aristas que logren la integración total de niñas y mujeres en el desarrollo de nuestras ciudades.
El desarrollo del urbanismo feminista es una herramienta fundamental para desnaturalizar la visión masculina que se incrusta en la planificación urbana, porque parte de la base que el urbanismo no es neutro y que nuestras ciudades y nuestros barrios se han configurado a partir de los valores de una sociedad que es patriarcal y que la forma física de los espacios han contribuido y siguen contribuyendo a perpetuar y reproducir estos valores (Col-lectiu Punt6, Barcelona).
Una de las herramientas más importantes que se usan para planificar una ciudad con perspectiva de género es la de poner la vida de las personas en las decisiones urbanas, es decir, que al momento de pesar en la construcción de las infraestructuras cotidianas de nuestra ciudad pensemos en cómo estas ayudan al desarrollo de la vida o, por el contrario, la hace más inseguras e incómodas: veredas, luminarias, pasos bajo nivel, pasarelas, plazas, parques, arbolado, paraderos y refugios, si no son construidos con la perspectiva de las mujeres pueden transformarse en espacios de más inseguridades y peligros.
A raíz de esto, la geografía feminista ha desarrollado metodologías que permiten mirar los territorios y auditarlos desde la perspectiva de las mujeres y disidencias, con una mirada interseccional que incluya también las particularidades de personas mayores, con movilidad reducida, entre otras.
Una de estas metodologías son los mapeos feministas, en los que diversos grupos de personas, que viven en los territorios levantan información de lugares y espacios considerados como inseguros o peligrosos, incluso lugares que no se ajustan a las necesidades de las personas que allí habitan, así como las condiciones que generan esa percepción.
Estas auditorías territoriales, realizadas a partir de las llamadas marchas exploratorias, permiten que las propias experiencias de quienes viven en ellos, se conviertan en el conocimiento experto que se necesita para planificar una ciudad, involucrando a las comunidades no solo en el diagnóstico, sino también en el diseño de las respuestas y en la construcción de las soluciones.
A partir de esta metodología, lugares como terrenos baldíos o microbasurales, calles con baja iluminación o con mucho arbolado, que habitualmente generan mayores sensaciones de peligro y/o inseguridad, son identificados, rediseñados e intervenidos en conjunto por las comunidades organizadas y las instituciones involucradas en la construcción de la infraestructura de la ciudad.
Colectivos como Col-lectiu Punt 6 en Barcelona o Safetipin en la India, no solo han desarrollado experiencias éxitosas entre colectivos de mujeres interesadas en estos temas, sino que han logrado colaborar con las instituciones locales y subnacionales, para el desarrollo de respuestas reales a problemas como la movilidad de mujeres que trabajan de noche o el desarrollo de aplicaciones que permitan el levantamiento colectivo de información que permita la toma de decisiones armando rutas seguras que luego son compartidas de manera colectiva entre mujeres de una misma localidad.
Son estas distintas experiencias desarrolladas en el mundo mediante las herramientas del urbanismo feminista, las que nos han inspirado para trabajar de manera conjunta entre las comisiones de Mujer, Equidad de Género y Diversidad y la de Infraestructura, Transporte y Aguas Lluvias del Consejo Regional Metropolitano, con la idea de recoger desde la política pública información de las ciudades, a través de una auditoría colectiva, realizada con la diversidad de mujeres que viven en nuestra región, que nos permita, tanto al Gobierno Regional como a los Gobiernos Locales, contar con la información para entender la movilidad de las mujeres en los territorios e intervenirlos para lograr que nuestra Región no solo sea más segura, sino también que cuide y sea un lugar que permita cuidar.
Saber dónde y cómo pasan las cosas, cuáles son los elementos que hacen un espacio inseguro, cuáles son las infraestructuras que se pueden modificar para hacer los barrios más seguros para las mujeres, qué obras se pueden realizar para mejorar los tránsitos por la ciudad y asegurar rutas seguras para todas, se transforma en esencial cuando los recursos son escasos y las necesidades múltiples.
Avanzar hacia un sistema de auditoria de la ciudad con perspectiva de género, feminista, que levante la perspectiva de las mujeres y disidencias, de manera interseccional, permitiría iniciar un camino para construir una ciudad que ponga en el centro a las personas y su derecho a un habitar digno y seguro, abrir paso a una ciudad cuidadora.
En este 29 de octubre, en que por primera vez se celebra el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, para hacer visible un trabajo indispensable para el desarrollo humano y económico que realizan de manera mayoritaria las mujeres, buscamos seguir haciendo evidente la necesidad de asumir políticas públicas que sean un aporte al debate nacional y mundial de los cuidados, en el que todas y todos asuman un rol en la visibilización de los cuidados como parte esencial de la vida humana, innovando en políticas públicas que mejoren las vidas de las mujeres, mejorando de paso la vida de todas y todos.
Danae Prado Carmona es CORE de La Florida, San Joaquín, Macul, Peñalolén y La Granja Karina Ramos Zapata es CORE de San Miguel, PAC, La Cisterna, San Ramón, El Bosque, La Pintana y Lo Espejo
Es muy importante el desarrollo de ciudades menos proclives a las agresiones sexuales. Quienes no vivimos del modo en el que el sistema patriarcal esperaría, tenemos que estar más unidxs, ser poderosxs y proyectar una imagen de fuerza, pero para ello tenemos que dejar atrás el individualismo exacerbado que ha marcado los últimos años. Debemos organizarnos mejor, al menos de un modo tan eficaz como aquel de la gente que se encuentra todos los fines de semana en sus diferentes templos. En torno a una nueva religión no dogmática, atea/agnóstica (o por lo menos no teísta), que luche contra la supremacía blanca, el sistema patriarcal, la xenofobia y el racismo, que sea ecologista y esté a favor de los derecho de LGBTIQ+ lo estaríamos, y podríamos conseguir que se estableciesen comunidades de mujeres, hombres y personas de géneros no binarios en muchos lugares, autogestionadas y con fuertes relaciones de cuidados entre sus integrantes. En el blog infinito5.home.blog escribo sobre ella.