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*Por Zeudi Ibarra.
El S. XIX todavía fue una época muy oscura y lóbrega para la literatura que por suerte y menos mal ya han transcurrido dos centurias de aquel periodo.
En ese pasado las mujeres que querían adentrarse al mundo de la ficción para publicar sus obras debían adoptar la identidad masculina, ya que solo de esa manera sus trabajos serían tomados en serio, porque, en aquella época, una mujer con cualidades intelectuales muy eficientes estaban incurriendo una infracción formidable, y, cuando digo formidable me refiero a excesiva y monstruosa.
Las mujeres debían ser las señoras encargadas del universo doméstico. Y de la puerta para dentro. La casa debía ser el único trabajo, distracción y ocupación. Allí con los hijos, con los quehaceres de la casa, esperar al marido, la cena servida y el hogar impecable. De hecho que, por esa razón, ninguna se atrevía a exponerse públicamente, porque el mundo académico era exclusivamente trabajo de hombres.
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Una de las escritoras más famosas que en vida nunca publicó con su nombre verdadero fue Jane Austen, así como las hermanas británicas Charlotte, Emily y Anne Brontë, ellas publicaron sus obras con los nombres de Currer, Ellis y Acton Bell.
Aquella praxis continuó con bastante brío y resistencia hasta principios del S. XX y esa historia ya no la podemos cambiar, y no es que solo querían protegerse con los seudónimos sino que, quizás, también estaban pactando eso de residir en otras identidades.
Actualmente tenemos un bagaje importante de autoras cuyas plumas se animan a escribir, decir, explorar y hablar sin temor ni prejuicios temas que ya ni siquiera son tabúes.
Me comentan muchas amigas que todavía tienen pendiente esa ruptura del compromiso con los escritores masculinos tradicionales, transición que para mí también fue complicada como ex estudiante de la carrera de Letras donde también allí casi la totalidad de los estudios literarios que realizamos fueron de hombres. Sin embargo, fue una grata sorpresa romper con esos cánones literarios ya que muchos años después de haber terminado la carrera decidí dar ese paso gigante de conocer mujeres que escriben ficción y no ficción y me encontré no solo con pares, sino con mujeres que piensan y sienten como yo: Leila Guerriero, Mariana Enriquez, Fernanda Melchor, Josefina Licitra, Patricia Camp y la lista es infinita. Es necesario cambiar la historia, es necesario hacerlas brillar y, si bien, estas chicas no necesitan publicar bajo seudónimos, sí precisamos honrar, apreciar y hasta premiar la literatura femenina contemporánea del hoy.
* Zeudi Ibarra de 37 años, es docente de colegio secundario y universitario en el área de Lengua y Literatura. Siempre lee en el bus.