Por Tamara Hommel*
Observar desde lo privado o lo público, del desapego y desamor que provoca vivir un estado de catástrofe y del respeto que hay que tener frente a la realidad concreta. Y reconocernos en la incertidumbre que provoca este tiempo de capturar un bien mínimo aceptable para templar el establecimiento refugio-hogar, cual cazadoras de otras épocas en busca del sustento vital.
Las mujeres trabajadoras de todos los territorios han salido a buscar y exigir a los gobiernos medidas que garanticen la supervivencia de las familias. Surge la pregunta: ¿Qué bienes o dinámicas relacionales en el refugio debemos priorizar?
Si han de ser los bienes materiales como alimentos, la salud, el vestuario y dejar para después la contención emocional afectiva o cuidar los vínculos efectivos amorosos, que son vulnerados por el aumento de la carga laboral de las mujeres en todos sus espacios de acción ante la urgencia de obtener los bienes necesarios de primer orden para sobrevivir en esta pandemia.
Cuando lo necesario está supeditado a la precariedad de la vida en el modelo neoliberal. Cuando la violencia en todas sus formas es dirigida hacia la mujer. Cuando la búsqueda del bien mínimo indispensable y todo tipo de contenciones del cuidado le son dados a quienes son explotadas, a quienes inexorable y decimonónicamente se les ha mandatado: El cuidado del culto familiar.
Las Mujeres
Tanto en la actualidad como en las anteriores historicidades se ha observado a una parte de la pareja humana, al vínculo humano en tanto padres y madres, delegar a la otra u otre el cuidado del grupo familiar, porque el cuidado de la familia en nuestra sociedad está naturalizado a través de una subordinación de mandato del patriarcado hacia la mujer y/o porque biológicamente contiene en sí, el “Acto Parir”, como una generación espontánea de subordinación del vínculo relacional sexual. Es decir, en cuanto tú pares o adoptas tú crías, tú cuidas y culturalmente a todo lo femenino que asuma el cuidado.
Y así ha permanecido invariable en el tiempo con pequeñas dosis de cambios y que sincréticamente estas conductas y/o acciones de cuidados, se les ha inculcado a las mujeres, acciones que se culturizan y se transforman en normas, se heteronormatizan. En tanto machos a cosas de machos y mujeres a sostener la vida.
Y quienes van en contra del slogan, son peligrosamente cuestionades.
La materialidad de los cuidados.
Pongamos cuerpas.
¿Podríamos en esta pandemia examinar y pasar al plano de las exigencias de los mínimos aceptables para el cuidado de lo material en la familia?
En tanto, ¿qué es lo necesario y difícil de obtener en la sociedad de “consumo exitista”? Cuando la contradicción es dada y establecida por la falta del dinero como el recurso de intercambio en la compra de la materialidad de los cuidados.
El axioma cavernario se repite mayoritariamente y es nuevamente la mujer la que en épocas de crisis sale en busca del mantenimiento del refugio. La misma escena en distintos puntos de la historia en las guerras, invasiones, catástrofes sociales, en Golpes de Estados y ahora en pandemia e incluso en los tiempos si quiera menos traumáticos para la clase trabajadora, las mujeres, las trabajadoras son la punta de lanza del mantenimiento de lo cotidiano.
Se romantiza la figura del cuidado de la familia en una sola parte de la pareja humana, la misma que debe trabajar en la fábrica, taller, en la empresa, en el campo o la feria o trabajo “part-time”, etc.
Son las mismas masas de mujeres que trabajan a deshoras en el cuidado de la familia y son las mismas mujeres trabajadoras quienes ocupan los mismos espacios y tiempos habilitados para que batallones de mujeres coincidan hasta en la hora que son explotadas.
Las que no son contratadas, por los embarazos y las licencias, porque ellas viven preocupadas con aquellos que todos parecieran alabar, el hogar. Pero, que a la hora de legislar en derechos son tratadas como ciudadanas de segunda clase.
Hoy, en nuestro país las mujeres no sólo viajan apretadas en el transporte público, sino que además con el miedo subyacente de contagiarse en esta pandemia. Instalado el miedo, instalada la manipulación.
Yo hablo de mis realidades más próximas y hablo desde mi realidad concreta de ser mujer en un tiempo en que se nos ha prometido todo y el anhelado tiempo de vivir, no ha llegado.
Sigamos poniendo cuerpas
Las mujeres ocupan parte del día desinfectando la casa y este gobierno no ha generado ninguna caja de productos que sostenida en el tiempo, ayude a mantener desinfectados los espacios del refugio a la dueña de casa, pues ellas no son dueñas de nada, pagan altísimos dividendos y apenas atrasado un mes será una deudora habitacional más y en el caso de arrendar están sometidas al término de contrato.
Y así, tienen que lidiar todo el día con inescrupulosas propagandas del “exitismo barato”: ¿Qué cloro gel usar y cuál no? Sustancias que a la postre no servirán para combatir ni a un sólo virus.
Y no hablo de las aventajadas a las que un primer, segundo o tercer retiro de su pensión previsional de algo les ha servido.
Ni siquiera he nombrado a las que por falta de trabajo remunerado e hijos que alimentar se encuentran en las calles vendiendo una que otra mascarilla o algún aerosol supuestamente eliminador de bacterias o virus.
Hablo, por ejemplo: de las jóvenes embarazadas precozmente que salieron sin prevención aquel día del consenso del permiso familiar. Y porque siempre se le pide a la adolescente o joven mujer que se proteja, ya que al machito joven pareciera que la sociedad le tiene reservado un puesto como la estatua del niño pilucho de alguna pileta que a través de su pene tira agua y porque jamás veremos a estatua de una niña lanzando agua por su vagina, corríjanme aquí y si voy equivocada en este análisis deconstructivo de los cuidados. Pero la sociedad de éxito barato no habla de condones, ni de anticonceptivos, menos hablará del aborto.
Sabrá usted: ¿Cuántos embarazos no deseados se han consolidados en esta pandemia, porque los consultorios locales apelan a las tres causales? ¿Cuántos incestos, violencias de todo orden en la vulnerabilidad del refugio por el hacinamiento de varias familias? ¿Cuántas y cuántos adolescentes castigados, golpeados por manifestar y asumir su identidad de género?
La materialidad del cuidado obliga a la madre y a quién esté en el rol del cuidado a asumir estas responsabilidades, porque el Estado no asume ninguna responsabilidad, menos habrá educación sexual a través de la Televisión Pública y si lo hace, hay que sacarla de circulación por ineficiente y pacata.
Y así sigue la historia, porque toda historia aparte de repetirse tiene críticas y culpabiliza a la mujer, a quien por mandato patriarcal se les hace responsables de todos los cuidados.
Además, cargando “la culpa” que es la expresión de lo decimonónico. Y beatas del orden público como ministras y jefaturas, saldrán a castigar a cuanta mujer no cumple con el recato del cuidado familiar. “Que la moral, que los valores” y de esa manera el barrio o población se llenará de críticos sobre lo que son y no deben ser las mujeres.
Volvamos y establezcamos. ¿Quién cuida a quien y para qué?
Parece una consigna fácil de responder. Sin embargo, el Estado que en Chile es garante al acceso de derechos, ni siquiera protector ,es subsidiario y el Estado promueve a quien con sus capacidades puede en su integridad como persona lograr el acceso al derecho y que en un modelo económico neoliberal el acceso está directamente relacionado al poder comprador ,en tanto tiene recursos puede elegir el acceso a los derechos, elección que está directamente relacionada con la capacidad de comprar. Dicho de otra manera. Cuánto tienes, cuanto eliges y quienes no tienen, acceden a lo que su salario les permite y aunque se ha decretado un Estado de Catástrofe las medidas han sido ineficaces e insuficientes por lo que las mujeres pobres se han tenido que cuidar solas.
Pongamos cuerpas pobres.
Si no estás en tal quintil o no estás trabajando, vete al pago de la cesantía.
Como siempre fuiste precarizada, tu retiro si es que alcanzó, sirvió para comprar una caja igual o mejor que la que dio el gobierno o dependiendo del monto han podido reparar sus casas y otras han tenido que organizar Tomas de Terrenos por no tener un lugar donde vivir.
Han tenido que endeudarse y comprar más celulares o computadores para conectar a los niños en edad escolar, porque las tan modernas “Municipalidades Tecnológicas” fueron un puro cuento.
¿Qué te conectes? Si ¿Y la que no lee? ¿La que no sabe conectarse? Porque imagino que los cerebros estatales habrán pensado y diseñado soluciones para los miles de mujeres que viven más allá de las ciudades, las campesinas, las algueras, las temporeras, las crianceras. Mujeres cuyo acontecer diario debe traerles para sí, el preciado intercambio de recursos en un actual mercado que tiene paralizadas las faenas por cuarentenas.
Ahora, a más de un año de pandemia, millonarias Compañías Telefónicas, ofreciendo las bandas anchas o flacas para que sigan en clases los estudiantes, porque un “ministro de poca escuela”, insiste en volver a clases presenciales, mientras en Chile en estas últimas semanas mueren diariamente cien personas promedio.
¿Las mujeres han tenido más trabajo que antes? Por supuesto y las han reducido a un escenario distinto, el de la “inmóvilis” en la casa trabajando remotamente con todo el trabajo doméstico a cuestas o han salido al trabajo con una alta posibilidad de contagios, porque las autoridades insisten en retornar a la normalidad de la sociedad de mercado o simplemente en este estado de control te arrestan por protestar mejores condiciones, la libertad de expresión y la libertad in situ de nuestras cuerpas está altamente castigada por el despliegue represivo.
Claro, todo es pandémico y entonces la demanda de lo material del cuidado y de cómo han sufrido en mendigar y reclamar las mujeres, las distintas mujeres que somos en este año y medio de pandemia en todas las latitudes de nuestro país y de las fronteras, ni hablar de lo que han sufrido las resistencias inmigrantes, es alarmante.
Todo dicta que la ineficiencia estatal de privilegiar lo económico por sobre el derecho, habla de autoridades y de gobiernos perpetuadores de la obediencia patriarcal. Neoliberales involutos e involutas, porque las hay. Y ahí, bajo el escenario del mercado nace la incertidumbre y nuevamente las mujeres como adalid de las transformaciones, como sobrevivencias y de no sucumbir en el intento.
Han vuelto a los Huertos Comunitarios al intercambio de productos, a los Trueques, a las sabidurías ancestrales de salud, a la medicina de los pueblos originarios, han abierto roperos comunitarios, han prendido velas por cada femicidio perpetrado, han alzados globos exigiendo justicia por decenas de niños asesinados, porque al parecer los hechos criminales siguen su senda ante una policía ineficaz y claro está que un país que ha mantenido la impunidad es imposible estar en un mejor escenario.
Las mujeres han salido a dar comida a quien no tiene, porque comprar comida para algunos les es imposible y entre comer e ir al trabajo precario prefieren estar en la lista de la olla común y sé de muchos que no creen que esto sea posible, que son inventos.
He hablado de los requisitos mínimos para la vida y la contención del refugio para sostener la vida. Porque intento conquistar siquiera una mente que rompa con el legado patriarcal y transversalice el rol del cuidado. Sin embargo, no es suficiente hay que articular políticas públicas que prioricen la necesidad de cautelar el cuidado de todos en todo.
Una sociedad que se cuida no solamente es la que se vacuna. Sino, también es la que enfrenta con responsabilidad social una de las más fuertes consolidaciones del patriarcado que es mandatar a la mujer y al otre el cuidado de la familia.
Debemos reflexionar y replantear lo que por decenios han venido planteando las feministas que es por sobre todo terminar con la explotación hacia las mujeres y terminar con los mandatos del patriarcado que no son otra cosa que la manifestación de un establecimiento del poder por la vía de la violencia.
Para poder revolucionarnos y asumir transformaciones para la vida, es hora de resistir y educar sobre esta mezquina desigualdad del rol del cuidado, más aún en pandemia
Debemos poder empezar o re empezar a decir: – “Nos corresponde”.
Que significa ser semejantes o equivalentes a otra o tener con él, ella y otre la relación debida. Eso debiéramos aprender.
Y me atrevo a decir, que en la materialidad del cuidado estamos todos, todas y todes para brindarnos más contención en lo afectivamente social, en lo emocional y en el amor que son las fórmulas necesarias para hablar de una “Sociedad de los Cuidados» y no en una «Sociedad de Consumo».
¡Les invito a continuar organizadas con toda la fuerza porque ya hemos empezado y el futuro será feminista porque aún en pandemia no nos han vencido!
Cuánta verdad hay en tus palabras. Te felicito por retratar fielmente una realidad que afecta a muchisimas mujeres.