Las heroínas de esta historia no tienen capa ni superpoderes, pero con su trabajo diario aseguran el futuro de todas y todos. Se encargan de proteger los bosques, la fauna, la flora, los recursos naturales y culturales. Hablamos de Ursulina, Perla y Lourdes: las guardianas de las reservas naturales de Paraguay.
Desafortunadamente, proteger los bosques con el trabajo y a veces con la vida misma, no siempre se reconoce como se debe y las condiciones en las que se desarrolla la labor están marcadas por la precarización y el peligro. La situación es especialmente complicada para las mujeres que se dedican a ésta tarea.
En algunos casos, deben dejar a sus hijas e hijos durante dos o tres semanas, mientras se enfrentan a la ilegalidad o a desastres como los incendios forestales. En otros casos, deben vencer los prejuicios y estereotipos para demostrar que pueden cumplir con sus funciones al igual que sus compañeros.
En el marco del 1° Campamento de Senderos para Mujeres, Ursu, Lourdes y Perla, se tomaron un tiempo para hablar sobre la labor que llevan a cabo. Aunque cada historia es diferente, las tres tienen dos cosas en común: su pasión por la naturaleza y la convicción de que sin guardaparques, no hay conservación.
Toda una vida protegiendo las riquezas de Ybycuí
Ursulina Figueredo (39), dinámica, habladora y extrovertida es madre de tres hijos varones. Nació y se crió en Ybycuí, departamento de Paraguarí. A los 13 años inició su militancia verde, cuando formó parte de una comisión juvenil cuya tarea era colaborar voluntariamente con los guardaparques del Parque Nacional Ybycuí.
“Mi casa quedaba a dos kilómetros del parque. Siempre me gustó, mi sueño era ser guardaparque y en cada oportunidad que tenía me iba a ayudarles. Desde ese entonces comenzamos a capacitarnos primero con apicultores de la zona y después llevábamos teatros ambientales a colegios”, rememora Ursulina.
En 2014 se animó a concursar para acceder a una vacante como guardaparque. Afortunadamente todo salió bien y se cumplió su sueño “desde enero de 2015 formo parte del plantel de guardaparques del Parque Nacional Ybycuí. Después concursé de nuevo para ser funcionaria y desde 2018 estoy en el plantel de permanentes del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADES)”.
Ursu se encarga del museo ubicado en el parque, donde está asentada la primera fábrica de fundición de hierro de Sudamérica. Aprovecha ese espacio para hablar de recursos naturales y de la importancia de la conservación del área.
Relata que le costó hacerse camino en ese espacio, sobre todo por los estereotipos: “no por ser mujer una no puede realizar ciertas actividades, yo creo que no existe esa barrera cuando una quiere y se propone lograrlo”. Reconoce sin embargo, que todo vale la pena porque diariamente le pasan cosas lindas, conoce nuevas personas y por eso cada día se esfuerza para dar lo mejor.
La enfermera que vela por la salud de Cerro Corá
Perla Noemí Vázquez Gil (40), tiene una melena oscura y tupida que le llega hasta los muslos, por eso la llaman cariñosamente “Cabellera”. Está casada hace 18 años con Julio Cáceres y juntos tienen una hija y un hijo. Se crió en la localidad Isla Umbú, departamento de Ñeembucú.
Relata que siempre le gustó la enfermería y cuando tuvo la edad y los recursos, cursó la licenciatura. Sin embargo, a pesar de contar con un título no logró acceder a ninguna oportunidad laboral en el campo de la salud. Al final, esta situación la llevó a emprender un camino que hoy la llena de satisfacciones y orgullo.
En busca de un trabajo estable, un día de 2015 escuchó en la radio que estaban promocionando un concurso para una vacante de guardaparques: “el cupo era para Lago Sirena, Ñeembucú, que hoy es un balneario de la zona de Cerrito. Concursé, presenté mi curriculum y me preguntaron qué hacía ahí una licenciada en enfermería. Pensé que no tenía chances, todos eran ingenieros y gente con más experiencia, ¡pero finalmente gané!”.
Tras obtener el trabajo de guardaparques, recibió capacitación y se quedó en Cerrito por un año. Sin embargo, ya no hubo posibilidades de recuperar las 9.000 hectáreas de la reserva que estaban ocupadas, no había dónde reubicar a los pobladores. Finalmente el lugar tuvo que ser desafectado. Luego fue trasladada a Ybycuí y un año y cuatro meses a Caazapá, donde no solo aprendió muchas cosas nuevas sino que además hizo muy buenos amigos y amigas.
“Después de ocho meses en Caazapá hubo traslados masivos y todos fuimos reubicados, yo me fui al Parque Nacional Cerro Corá, donde me nombraron jefa de área. Fui la primera mujer guardaparque jefa de área silvestre protegida a nivel nacional”, relata Perla, quien está en el puesto desde hace seis años.
Este transitar tampoco fue sencillo para ella, comenta que fue una ardua batalla ganarse el respeto de sus compañeros varones.
“Eran reacios, no querían aceptar que las mujeres guardaparques ocupen un lugar más alto que ellos. Ellos hacían comentarios delante mío sobre que las mujeres tienen que estar en la casa, que no pueden hacer carpida o no pueden manejar un tractor. Pero yo estaba convencida de que podía todo y se los demostré”, cuenta Perla con mucha fuerza en sus palabras.
Una vocación que se trabaja y se vive con pasión
Lourdes Oviedo Vallejos (34), es fan indiscutible del yaguareté, con contagiante emoción rememora el día en que vio un ejemplar por primera vez. “Ver al yaguareté eso fue lo más impresionante que me pasó. La primera vez fue en un camino donde estábamos haciendo patrulla y se cruzó frente a nosotros, a unos tres metros. Luego entró al bosque, se sentó a unos cinco metros, y nos observó desde ahí”.
Lourdes es oriunda de San Juan Nepomuceno, relata que siempre le gustaron los trabajos de conservación. Vivía en el área de amortiguamiento del Parque Nacional Caazapá y desde pequeña vió y participó de las actividades que se hacían en la zona.
Mientras estudiaba la carrera de agronomía, también trabajaba en la gobernación de Caazapá, en la sección de medio ambiente, desde donde realizaron grandes esfuerzos, en conjunto con comisiones vecinales, para reforestar la zona.
“En 2017 hubo cupo para tres guardaparques, me postulé y reboté. Pero luego en 2020 hubo un llamado de nuevo, volví a postularme y logré quedarme”, cuenta Lourdes.
Desde hace dos años y nueve meses, Lourdes, junto a Wilson, su pareja, es guardaparque del Defensores del Chaco, a más de mil kilómetros de su Caazapá natal. Están a cargo del puesto Agua Dulce. Varias mujeres pasaron antes por esta zona pero no duraron porque las condiciones de vida son duras por la falta de agua, energía o cuando no hay caminos disponibles. Recuerda que apenas llegó al lugar sobrevivió a una grave intoxicación.
“A principios de 2021 cuando llegamos al puesto Madrejon, donde viví dos meses, el único reservorio de agua era un aljibe, pero había sido estaba lleno de basura. El agua contaminada me ocasionó terribles dolores estomacales, a los pocos días ya no podía comer ni beber nada. Le llamé al jefe y me dijo que la única solución era salir en carona (pedir aventones). A las seis de la tarde nos subimos a una transportadora que iba a Filadelfia, hacía mucho frío. Wilson me acompañó. Al cruce Los Pioneros llegamos a medianoche, ya no había colectivos. Yo estaba débil y desabrigada. Afortunadamente mi pareja llamó a un amigo quien vino a rescatarnos. Al día siguiente recibí atención médica”.
La guardaparque explica que su trabajo se basa en patrullaje, observación de aves, colocación de cámaras trampa para monitoreo de fauna, entre otras actividades. Además se encargan de todo el mantenimiento de las instalaciones edilicias. Actualmente están en plena tarea de limpieza para un sendero al que bautizaron “Samu´u”.
“Este puesto estuvo abandonado más de 20 años, así que somos lentos, porque solo estamos dos y el área es grande. Solo este bloque tiene unas 60.000 hectáreas. Ahora mismo tendría (el sendero) alrededor de 200 metros y queremos hacer 3 kilómetros para llegar a un cauce seco que cuando hay repunte de agua se convierte en río. La idea es hacer un mirador”, señala Lourdes.
Situación de las y los guardaparques en Paraguay
Las y los guardaparques son personas que se dedican a la conservación y que cumplen importantes funciones, que van desde el control y la vigilancia de las áreas protegidas hasta la atención a las y los visitantes, el trabajo con pobladores y comunidades locales, actividades de educación ambiental, apoyo a investigaciones científicas y la prevención y el combate de incendios.
En Paraguay existen alrededor de 83 guardaparques, de los cuales sólo ocho son mujeres. Se encargan de proteger 20.000 km2 de áreas protegidas de las constantes amenazas que se ven acentuadas con la crisis climática. Pero nuestro país destina apenas el 1% de su presupuesto anual al medio ambiente.
Estos defensores del medio ambiente ganan un salario que no supera el mínimo legal vigente (G. 2.680.373, lo que equivale a USD 358). No acceden al seguro social y la ley que reglamenta sus funciones debe ser modificada para revisar varios temas como el derecho jubilatorio.
La protección y conservación de áreas naturales es fundamental para la preservación de la biodiversidad y la salud del planeta. Las áreas protegidas tienen importantes funciones como la regulación del clima, la conservación de reservas de agua, el mantenimiento de la fertilidad de los suelos, la captación del exceso del CO2 atmosférico, entre otros.
Es importante que los países inviertan en la protección y conservación de estas áreas para garantizar su supervivencia y la de las especies que habitan en ellas. La pérdida de estos espacios supone la supresión de toda la biodiversidad que albergan, lo que puede tener graves consecuencias para el medio ambiente y la humanidad.
*𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘵𝘦𝘳𝘪𝘢𝘭 𝘧𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘥𝘶𝘤𝘪𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘥𝘦𝘭 proyecto 𝘝𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘈𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘊𝘭𝘪𝘮á𝘵𝘪𝘤𝘢 𝘑𝘶𝘴𝘵𝘢 (𝘝𝘈𝘊), 𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘨𝘶𝘢𝘺 𝘱𝘰𝘳 𝘞𝘞𝘍-𝘗𝘢𝘳𝘢𝘨𝘶𝘢𝘺 𝘺 𝘍𝘶𝘯𝘥𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘈𝘷𝘪𝘯𝘢.