*Por: Equipo de redacción de la RMPCPy y Emancipa Paraguay.
Lorena Romero, apodada cariñosamente Lole, no pasa desapercibida. Es una mujer hermosa, extrovertida, de caminar imponente, voz potente y clara, talentosa, pero sobre todo, una apasionada por su profesión de productora de televisión. Después de terminar la carrera de Ciencias de la Comunicación, descubrió que eso era lo que quería hacer.
Hasta hace un año, se levantaba todos los días a las seis de la mañana para ir a trabajar a la producción del programa ¡Arriba Paraguay! de Canal 5 Paravisión. Ser productora para ella es «hacer posible lo imposible». Describe emocionada que el subidón de adrenalina es permanente porque a diario se debe buscar cómo cubrir cada minuto del programa. Cuando lo consigue, la satisfacción es enorme. Nunca olvida que en el 2011 logró que el grupo musical Bronco tocara en piso de un estudio de televisión nacional, algo que ninguna otra productora había conseguido.
«Para mí fue un logro gigante. Fue el único programa que logró traer a Bronco. Además, llevé a muchas otras personalidades nacionales y extranjeras muy importantes. Me sentía la mejor productora del país», recuerda Romero, de 36 años.
Sin embargo, no todo era maravilloso en el trabajo. Durante casi una década soportó situaciones de acoso sexual y cuando se animó a denunciar también padeció mobbing o acoso laboral, por lo que terminó renunciando.
La denuncia colectiva que rompió años de silencio sobre la violencia sexual en el canal de tv
En mayo de 2022, trabajadoras de prensa denunciaron que fueron víctimas de acoso sexual por parte de Carlos Granada, gerente de prensa de Albavisión en Paraguay, que agrupa a SNT-Canal 9, Paravisión-Canal 5 y C9N. La noticia —un «secreto a voces» en el canal— se esparció como reguero de pólvora en redes sociales y medios de comunicación.
El 20 de mayo, la Red de Mujeres Periodistas y Comunicadoras del Paraguay convocó a una manifestación frente a Canal 9 del barrio Sajonia de Asunción, donde también operan los demás medios que forman parte del grupo Albavisión. La protesta fue transmitida en vivo por otras televisoras y radios nacionales, e incluso formó parte del noticiario del medio protagonista del escándalo machista.
Romero recuerda que, al principio, parecía que la patronal investigaría, protegería y defendería a las víctimas. Las trabajadoras, en general, recibieron un correo electrónico desde el departamento de recursos humanos del grupo, en el que se les solicitaba que relaten sus denuncias en contra del presunto acosador. «Y con toda la confianza del mundo hicimos nuestras denuncias vía correo electrónico».
Después de eso, abogados del canal convocaron a las denunciantes y de manera presencial las escucharon y tomaron nota de las innumerables situaciones de acoso sexual a las que fueron sometidas por Granada.
A finales de junio, Romero y otras sobrevivientes fueron citadas por las fiscalas Nathalia Silva, Claudia Aguilera y Luz Guerrero. Luego de escuchar su relato, la incluyeron —previa consulta— entre las seis denunciantes formales en la causa «Carlos Javier Granada Fernández sobre acoso sexual y otros».
Granada está acusado hoy por acoso sexual, coacción sexual y coacción. Las fiscalas solicitaron que enfrente juicio oral y público, pero la defensa las recusó alegando «falta de objetividad» en la investigación. El juez Matías Ubaldo Garcete volvió a fijar audiencia este 2 de octubre para definir si el exgerente irá o no a juicio. Mientras, goza de la libertad e incluso se presenta en tribunales acompañado de su esposa.
En la acusación fiscal se evidencia, mediante los testimonios, que Granada tenía un modus operandi que aplicó con todas sus víctimas mientras fue jefe de prensa de Albavisión.
El tormento se iniciaba con llamadas a su oficina e insinuaciones fuera de lugar que iban subiendo de tono, seguido de ofrecimientos de espacios de conducción. Todo eso tenía un costo: el sometimiento de índole sexual y bajo amenazas de perder el trabajo, o de no volver a tener oportunidades laborales en otros medios de comunicación.
Este hombre trabajó durante más de 20 años en medios radiales y televisivos. Consta también en la acusación que era «vox populi» que acosaba a sus colegas —generalmente más jóvenes y que recién comenzaban en la profesión—, pero hasta hace un año ninguna pudo romper el silencio. A lo largo de estos años, muchas decidieron renunciar a sus puestos laborales y otras tantas nunca más trabajaron en medios de comunicación.
Romero cuenta que sufrió acoso sexual de Granada durante varios años. Al comienzo, el gerente le decía que era muy linda para estar detrás de cámaras y que podía ser conductora de farándula, pero para eso debía hacer un casting «con poca ropa». Cuenta que ella rechazó aquel ofrecimiento de «convertirse en estrella» y que le contó el episodio a su entonces jefe directo, quien años más tarde también fue denunciado por otra trabajadora del canal, llegando incluso a tener una orden de restricción respecto a la denunciante en 2022.
Los asaltos de índole sexual fueron incrementándose, relata «frente a todos, en cualquier espacio del canal». Hoy Romero sigue con terapia psicológica y psiquiátrica, en un intento por recuperarse de las secuelas de la violencia sexual.
«Hasta hoy tengo miedo, no puedo estar sola en una oficina con un hombre, necesito que la puerta esté abierta o me agarra ansiedad», dice entre lágrimas.
Ansiedad, baja autoestima e impotencia ante una violencia brutal, las secuelas que enfrentan las sobrevivientes
La psicóloga feminista, Lourdes Ostertag, fue contratada por el grupo Albavisión, cuando los casos de acoso sexual tomaron conocimiento público. Realizó sesiones de terapia grupal y también atendió a varias de las víctimas de forma individual. Al principio, la empresa se comprometió a hacerse cargo de las primeras tres sesiones individuales, pero con el correr del tiempo —dice— se desentendió.
«Nunca tuve un desafío como ese, ir a la institución donde estaban ocurriendo los hechos. Las que denunciaron eran la punta del iceberg, era terrorífico. Pude ver que todas padecían el mismo sufrimiento: ansiedad, baja autoestima por pensar que su trabajo no era válido y que debían acceder a ciertas cosas para seguir trabajando. Sentían la impotencia de no saber qué hacer frente a esa violencia brutal. Es imposible pensar que mienten porque todas relatan el mismo modus operandi», recuerda la psicóloga.
A partir de su experiencia profesional, Ostertag considera que el acoso sexual es un atentado contra derechos básicos de las mujeres. El acosador le roba a sus víctimas el derecho a un ambiente laboral sano, seguro y digno.
«Imaginate que cada mañana te despertás y tenés que ir a un lugar donde deberías realizar las labores para las que te contrataron, pero al mismo tiempo sabés que al llegar a ese ambiente vas a estar sometida a una presión de parte de una persona que jerárquicamente está por encima de vos, por lo tanto, tu trabajo depende de esa persona. No es lo mismo que te acose un compañero, aunque es un hecho molesto, tal vez, lo podés rechazar sin miedo. Sin embargo, cuando existe la presión de la asimetría de poder, el estrés es demasiado grande», señala.
Ostertag explica que el acoso sexual sistemático va minando la seguridad, la confianza de la víctima quien se siente acorralada. Relata que muchas mujeres llegan a tener ataques de ansiedad, pánico, palpitaciones, sudoración, mareos, incluso alteraciones en la calidad de sueño y que debieron recurrir a medicamentos para enfrentar el día a día.
«Todas sabemos lo difícil que es lograr un espacio en los medios masivos de comunicación. La competencia es feroz y creo que eso explica por qué muchas aguantaron tanto tiempo. Encima se quedan con esa fama de conflictivas y muchas de ellas no volvieron a conseguir trabajo», expresa la psicóloga.
La persecución a las que hablaron: mobbing laboral tras la denuncia colectiva
Estupefacta. Esa palabra describe lo que sintió Romero cuando la gerencia de recursos humanos del canal la convocó en septiembre de 2022 y le comunicó: «Estás suspendida, sin goce de sueldo, por tres días».
De inmediato exigió saber cuál era el motivo de la suspensión, a lo que le respondieron que habían recibido denuncias de maltratos a sus compañeros camarógrafos y que el reclamo había llegado por parte de la conductora del programa que ella producía. Romero pidió acceder a las denuncias en su contra, pero refiere que nunca se las proporcionaron.
Tampoco la escucharon cuando intentó defenderse y explicar que, tras las denuncias de acoso sexual, sus compañeros la atosigaban con comentarios machistas como «ahora cualquiera nomás ya denuncia acoso sexual», «ustedes son unas exageradas», «uno ya no puede elogiar la belleza de un mujer», a lo que ella respondía defendiendo la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
«Estuve esos tres días en cama con terapia psicológica y medicamentos para calmar la ansiedad en el Hospital de Clínicas», dice la trabajadora al recordar cómo su cuerpo se manifestó ante la injusticia.
Tras este episodio, recurrió al Ministerio de Trabajo, donde denunció la suspensión ilegal. Cuando se reincorporó al canal luego de la suspensión, le notificaron que sus funciones cambiarían, al igual que su horario laboral. Romero afirma que la alta gerencia del canal dispuso estos cambios de forma unilateral, sin consultarle, y pasando por alto el contrato que tenían firmado.
Cuenta que el día a día era insostenible y en noviembre de 2022 presentó al canal su retiro justificado. Según su abogado, Raúl Mongelós, Romero fue víctima de un despido indirecto. Esto ocurre cuando la trabajadora o el trabajador es discriminado y perseguido, situación que afecta su bienestar psicosocial, por lo cual tiene derecho a retirarse de la empresa y demandar el pago de una indemnización una vez que queden probados los hechos.
«Es un caso típico de persecución laboral y data del año 2022, cuando funcionarias de Canal 9 denuncian a Carlos Granada por acoso sexual. Se interviene el canal y se abre una investigación penal, en donde la Fiscalía empieza a realizar las investigaciones y esto lleva a la imputación de Granada. Lorena es una de las denunciantes y a partir de ese momento vienen unas actuaciones de parte de la empresa que se encaran dentro de lo que es la persecución laboral. Le empiezan a realizar descuentos por denuncias que nunca fueron individualizadas. Unilateralmente la empresa procedió a la suspensión y multa, se le realizaban cambios de horario del día a la noche y traslados injustificados», explica Mongelós.
El abogado laboralista señala que cuando Romero fue suspendida presentó un pedido de revocatoria y de reconsideración al Ministerio del Trabajo, a lo cual la empresa no respondió, por lo que realizó la denuncia en lo laboral por persecución y daños indemnizatorios.
«El caso está en el juzgado laboral a cargo del juez Jorge Barboza y la empresa presentó un incidente dilatorio con una excepción de prescripción en contra del juicio. En este momento se están realizando las pruebas de esa excepción. Eso significa que la empresa señala que la denuncia presentada no está dentro de los plazos establecidos en la ley», dice Mongelós, quien aclara que las diligencias se realizaron en tiempo y forma como establece la ley laboral.
Hace aproximadamente dos meses que Albavisión presentó esta chicana. El abogado de Romero espera que el juez se expida en los próximos 30 días, al tiempo de recordar que, desafortunadamente, los recursos económicos del sector empresarial hace que tengan la posibilidad de dilatar los procesos con incidentes de todo tipo para retrasar una sentencia que probablemente será a favor de la trabajadora. Una vez solucionado este incidente, la demanda podrá proseguir.
«Sólo quiero que esto termine y se haga justicia»
Con voz entrecortada, Romero revela que sigue con píldoras que le ayudan a controlar la ansiedad y conciliar el sueño. No volvió a trabajar como productora de televisión y hoy se dedica a realizar trabajos independientes de promoción de marcas.
«No sé qué va a pasar mañana, no sé dónde me veo de aquí a un tiempo. Sólo quiero que esto termine y se haga justicia. Me despierto todos los días porque tengo dos hijos», dice. Pese a todo, saca esperanza de algún lugar para animar a otras mujeres que pasaron o están pasando por hechos de violencia:
«¡Por favor no se callen! En mi caso me callé y dejé pasar muchas cosas por muchos años. Me animé cuando todo explotó porque antes pensaba que yo era la única. No se callen, denuncien y exijan justicia. No tengan vergüenza, que no les ataje el qué dirán. Nadie tiene el derecho de tocarte o manosearte sin consentimiento. Hablar y denunciar a tiempo ahorra muchos problemas de inseguridad y de traumas después».
¡Las periodistas ya no se callan!
*Este material forma parte de la serie Las periodistas ya no se callan, impulsado por la Red de Mujeres Periodistas y Comunicadoras en alianza con Revista Emancipa Paraguay.
Para acceder a las publicaciones de la serie dale clic a los siguientes enlaces:
Caso Granada: la acusación fiscal es un paso para que las mujeres trabajen libres de violencia
Cuando las periodistas dijeron basta a la violencia sexual y laboral en el grupo Albavisión
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